Somos incapaces de encontrar las palabras que necesitamos para hablar, incapaces de expresarnos correctamente en el amor.
Somos incapaces de encontrar las palabras que necesitamos para hablar, incapaces de expresarnos correctamente en el amor.
A veces profundidad y sensibilidad están reñidas con creatividad y libertad.
Dios nos creó a su imagen y semejanza, y nosotros nunca hemos cesado de devolver el favor.
Desde Abrahán hasta Jesús vemos cómo las grandes figuras de nuestra fe no suelen decir fácilmente: ‘Hágase tu voluntad’.
¿Por qué marcamos aparte cuarenta días cada año para renunciar de forma voluntaria a algunos goces legítimos, a fin de prepararnos para Pascua?
La santidad se alcanza cumpliendo las obligaciones que ineludiblemente se abren ante nosotros cada día.
Necesitamos arder de nuevo, porque nuestra esperanza ya no es fácil. Vivimos en una cultura de pesimismo y decepción en la que Pentecostés ya no puede darse por supuesto.
A primera vista, nos pareceremos a David frente a Goliat, no preparados para la tarea de derrotar a un gigante o de dar suficiente alimento a un mundo hambriento con ganas de comer.
Jesús fue una vez al desierto, durante cuarenta días y cuarenta noches, sin llevar comida y alimentación, ayunó. Se sometió voluntariamente a un ascetismo concebido como una ayuda que le impulsara a lograr un nivel más profundo de comprensión, amor y madurez.
Los hijos nunca son realmente tuyos, independientemente de que seas su madre natural, o su madre adoptiva o su maestra. Ellos tienen sus propias vidas, vidas que tú no posees en propiedad.
Al comenzar el nuevo año 2011, llenos de esperanza y de nuevos propósitos, he aquí diez mandamientos que pudieran servirnos oportunamente mientras caminamos por el largo trayecto de la vida.