En el exilio

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Como cristianos, creemos que llevamos la imagen de Dios en nosotros y esta es nuestra más profunda realidad. Hemos sido creados a imagen de Dios. Pero concebimos esta imagen de una forma demasiado ingenua, romantica y piadosa. Imaginamos que en algún lugar dentro de nosotros hay un bello icono de Dios estampado en nuestras almas. Puede ser, pero Dios, tal y como afirma la Escritura, es más que un icono. Dios es fuego -libre, infinito, inefable, incontenible. (Ron Rolheiser, OMI)
Los ojos del amor

Los ojos del amor

Imaginaos a una pareja joven intoxicada mutuamente en las primeras etapas del amor. Imaginaos a un neófito  religioso enamorado de Dios, orando en éxtasis. Imaginaos a un joven idealista trabajando incansablemente con los  pobres, inflamado y sediento de justicia. ¿Está en realidad enamorada esta joven pareja? ¿Se encuentra de hecho  enamorado de Dios ese neófito religioso? ¿Está verdaderamente enamorado de los pobres este joven activista  social?  Cuestión nada fácil.

Nuestro corazón es más fuerte que nuestras heridas

Nuestro corazón es más fuerte que nuestras heridas

Diez años antes de su muerte, acaecida en 1996, Henri Nouwen estuvo aquejado de una depresión que casi lo hizo trizas. Durante el tratamiento, escribió un libro muy valiente, La voz interior del amor, en el que comunicó humilde e ingenuamente sus luchas y los esfuerzos que le llevó superarlas.

El origen de nuestros conflictos y diferencias

El origen de nuestros conflictos y diferencias

¿Por qué la gente sincera se encuentra frecuentemente en conflicto unos con otros? El problema aquí no es cuándo la sinceridad se encuentra con la doblez o el simple viejo pecado. No. La cuestión es por qué la gente sincera y temerosa de Dios puede encontrarse radicalmente en conflicto entre sí.

Retirar la tensión de la comunidad

Retirar la tensión de la comunidad

Energía que no transformamos, energía que transmitimos. Esa es una frase que oí primeramente de Richard Rohr y señala un desafío central para todos los adultos maduros

El poder de la belleza

El poder de la belleza

¡El mundo será salvado por la belleza!  Fyodor Dostoevsky escribió eso, Dorothy Day lo citó y, siglos antes de Jesús, Confucio lo hizo central para su pedagogía.  En algo coincidían.

La dimensión cósmica de la Resurrección

La dimensión cósmica de la Resurrección

Una vez, un crítico le preguntó a Pierre Teilhard de Chardin: “¿Qué tratas de hacer? ¿Por qué todo este comentario sobre átomos y moléculas cuando estás hablando de Jesús?”

Abandonar la iglesia

Abandonar la iglesia

¿Por qué hay tanta gente que abandona sus iglesias? No hay una única respuesta a esta pregunta. La gente es compleja. La fe es compleja. Los problemas son complejos.

Tratando de la parálisis emocional

Tratando de la parálisis emocional

Nuestra mayor fortaleza es con frecuencia nuestra mayor debilidad. La sensibilidad es un don; pero, como cualquier persona sensible te dirá, ese don puede ser una bendición híbrida. A veces, una piel tosca e insensible puede librarte de mucho sufrimiento, particularmente del dolor de corazón.

La noción de vocación

La noción de vocación

Fui educado en una generación que enseñó que Dios daba a cada uno de nosotros una vocación que vivir para siempre. En la característica religiosa de aquel tiempo, particularmente en la religiosidad romana católica, creíamos que nos ponían en esta tierra con un plan divino para nosotros, que Dios nos daba a cada uno una especial vocación que vivir de por vida.

Darnos una mejor historia

Darnos una mejor historia

En un reciente libro, Viviendo entre mundos, James Hollis ofrece una obra de ingenio que lleva más profundidad de lo que es evidente a primera vista. Un terapeuta dice a un cliente: Yo no  puedo resolver su problema, pero puedo darle una historia más convincente para su dolor.

Atar y desatar

Atar y desatar

Decir a alguien, con todo el corazón,Te amo’, es virtualmente lo mismo que decirTú nunca morirás’. El filósofo del siglo XX Gabriel Marcel escribió esas palabras, que repiten las escritas quinientos años antes por la beata Magdalena Panattieri,  terciaria dominica, quien escribió a un amigo: Yo no podría ser feliz en el cielo si tú no estuvieras allí también.