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“Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nosotros el don de ENTENDIMIENTO.”

Angel Moreno -

 

El don de Entendimiento abre al conocimiento creyente de los Misterios de la Salvación, traspasa la frontera de lo natural y comprende lo que subyace y se encierra en cada una de las verdades de nuestra fe; fortalece el don de la fe.

Sorprende hasta qué extremo es necesario este don del Espíritu. Ni María, la madre de Jesús, ni San José comprendieron la respuesta de Jesús, cuando lo encontraron en el templo, en Jerusalén (Lc 2, 50). 

Constantemente, Jesús se encontraba con que no se comprendían sus palabras. Por ejemplo, ante la pregunta que le hicieron: “«¿Quién eres tú?» Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre.” (Jn 8, 25-27).

La adhesión a Jesucristo como Hijo de Dios es por fe, por don del Espíritu. Cuando Jesús preguntó a los suyos: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando, Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.» (Mt 16, 15-17)

Desde nuestra naturaleza y esfuerzo podemos investigar sobre las verdades reveladas, y llegar a objetivar los datos bíblicos con apoyo arqueológico, filológico o histórico, pero la opción de seguir a Jesucristo como Señor, Hijo de Dios, no es posible sin el don de la fe, sin el don de Entendimiento, por el que se nos da una comprensión distinta, teologal, de la revelación, y por el que se llega a la oblación de la mente, sin dejar de ser coherente con la razón.

Jesús les dijo a los dos discípulos de Emaús: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!» (Lc 24, 25). Y en tantos momentos nos sentiremos nosotros incluidos en la torpeza de querer interpretar las cosas de Dios desde nuestra razón. Y al no comprenderlas, hasta podemos justificar el éxodo de la fe.

“¡Ven, Espíritu Santo, ilumina los corazones de tus fieles con tu luz!” Sólo así podremos gustar lo que trasciende a toda sabiduría humana y permanecer en la certeza de lo que no podemos abarcar, pero sí aceptar y gustar.

El Don del Entendimiento fortalece el don de la fe, le presta la fuerza del testigo. No se arredra, ni se acompleja, porque comprende la verdad que encierran las palabras humanas con las que se explica el misterio divino.

    
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