Señor Jesús,
queremos seguirte
como los primeros apóstoles
a quienes llamaste
‘para que estuvieran contigo’.

por eso no podremos extraviarnos
si te seguimos.
Tú eres luz, guía segura,
señal de pista hacia la meta;
sólo tú das sentido a nuestro vivir.
Tú eres la verdad de Dios,
eres nuestra raíz y nuestro cimiento,
la roca firme, la piedra angular,
el monte que no tiembla,
el ‘Amén’, el Sí total, continuo y gozoso
a la voluntad del Padre.
Tú eres la vida de Dios,
por eso nos animas
y nos salvas de todas las muertes
que amenazan con destruirnos.
Tú nos acompañarás
cuando atravesemos la frontera.
También entonces -entonces sobre todo-
serás nuestro alimento,
nuestro viático para el camino,
continuarás llamándonos
y nosotros te seguiremos:
emprenderemos contigo
nuestro último viaje.
Tú, Señor,
nos conduces, nos iluminas y nos salvas.
Nosotros creemos en ti
y no somos menos privilegiados
que tus primeros discípulos.
aunque te has ocultado a nuestra vista
has puesto ojos en nuestro corazón
y has reservado para nosotros
una bienaventuranza:
“Dichosos aquellos que sin ver
creerán en mí”.




