Nuestra Señora de la gran noticia

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    Podemos calificar a María, en el misterio de la Anunciación, como Ntra. Sra. de la Gran Noticia de la Gran Sorpresa. Una sorpresa inmensa para el mundo fue enterarse de que el Hijo de Dios quería venir a compartir nuestra vida. Y María fue pensada, querida, creada para ser Madre de Dios.

    Dios quiso que la maternidad de la Virgen fuese una maternidad consentida, querida. Dice San Agustín: una maternidad más del corazón que del vientre Una maternidad de adoración, de consentimiento de consagración. Una de las páginas más bellas de la literatura universal es el relato del anuncio de su maternidad a la Virgen María.

Tres momentos

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. El saludo. Salve, alégrate, la llena de gracia la llena de estima, de ternura, de afecto. No temas no te asustes porque has hallado gracia. Todo lo que está ocurriendo es fruto de una elección de amor de benignidad, de complacencia de Dios.

El anuncio: Vas a concebir un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Un hijo que concebirás sin con-curso de varón, por obra del Espíritu Santo. El poder de Dios te cubrirá y hará que florezca en tu seno esta maravilla del Hijo de Dios hecho Hombre.

La respuesta. He aquí la esclava del Señor. La Virgen María, piadosa, adorante, no se atreve ni a levantar la mirada, ante aquel anuncio del ángel y acepta de antemano, a ciegas, todo lo que el Señor quiere de ella. Cuántas veces decimos "lo que Dios quiera". Y en ese acto de la Virgen María entraba toda su vida: entraba Belén, Nazaret, la soledad mientras el hijo predicaba por Galilea, entraba el Calvario los días del sepulcro; también entraba la gloria de la Resurrección y la grandiosidad de la maternidad espiritual de la Iglesia y de la humanidad entera. La respuesta de la Virgen es un poner su vida en las manos de Dios, en una infinita confianza.

Noticia para todos

El mensaje del ángel a María lo podemos leer en clave de un mensaje hecho a la Iglesia, a la humanidad entera; lo que Dios le estaba diciendo a la Virgen no era algo sólo para la Virgen María, era para la humanidad entera. Cuando el ángel dice "alégrate" es una palabra a la humanidad entera: alegraos porque Dios os quiere, quiere estar con vosotros; con vosotros va a estar este tesoro, esta maravilla del Hijo de Dios caminando con vosotros.

Vale la pena que pensemos detenidamente con el corazón emocionado, lo que significa la encarnación del Hijo de Dios, la gran Palabra de Dios, lo que Dios dice de sí mismo. Quiere como recomenzar su vida, viviendo al estilo de los hombres, en un mundo dominado por el pecado, soportando lo que tenga que soportar para romper el dominio del pecado y hacer surgir, de nuevo, la humanidad santa, inocente, justa, limpia, hermosa, como Dios la quería.

Dios no quiere una humanidad manchada de-formada por el pecado. Dios quiere nuestras vidas limpias, nobles, justas, generosas; quiere que seamos sus hijos, que tengamos el esplendor de la familia de los hijos de Dios. Y, por eso, manda a su Hijo.

Y junto a él, su Madre la Virgen María, creada ya y orientada ya a ser la presentadora de Jesús en el mundo, el primer sagrario, el primer templo que re-cibe, que protege la presencia de Dios en el mundo Por eso, la llamamos Virgen de la Gran Noticia, de la Gran Novedad, de la Gran Maravilla.

Qué hermoso pensar que Dios creó al hombre creo la humanidad para que un día pudiera aparecer Jesucristo encabezando la humanidad y la creación entera, barriendo con su santidad todos los pecados; vale más, ante Dios, la santidad de Jesús que todos los pecados de los hombres. Es tanto el amor que Dios tiene por su Hijo Jesucristo que hay allí una mina de amor capaz de purificar la vida de todos los hombres; y todo dependía, aquel día, del Sí de la Virgen María.

Para nuestra vida

Cuántas cosas sugiere a nuestra vida esta consideración sobre el misterio de la Encarnación:

Gratitud. Primero surge de nuestro corazón un gran acto de gratitud. Qué maravilla pensar que Dios ha querido emparentarse con nosotros. Con Él podemos hablar de tú a tú, es nuestro hermano.

Y, a la vez, nos podemos postrar y decir: Señor mío y Dios mío. Jesucristo no es una riqueza sólo de los cristianos, es una riqueza del mundo, pero sólo nosotros lo sabemos. Por eso, tenemos que agradecerlo en nombre propio y en nombre de todos los que no lo saben. En vez de ser enemigos tenemos que ser suplentes, amigos de aquellos que no tienen la suerte de tener nuestra fe.

Y somos también responsables de que los demás lleguen a conocer esta maravilla que nos dignifica y salva, para que todos puedan disfrutar del saludo del ángel: alégrate porque tienes contigo el amor de Dios, porque estás unido, por el bautismo, con el Hijo querido. Y así Dios hace que entremos un poco en la intimidad de su vida. El Padre nos ama por el Hijo y nos da el Espíritu Santo.

La colaboración. Dios pidió… y esperó. Dice San Bernardo que la creación entera estaba expectante a ver cómo respondía la Virgen María a la propuesta de Dios, porque de su aceptación dependía la salvación del mundo. Dios nos crea a cada uno para algo. Y no se lo podemos negar. Los dones de Dios se multiplican con nuestra humilde colaboración. En la voluntad de Dios está siempre nuestro bien.

La vida como vocación. Todos tenemos en nuestra vida un momento en el cual nos saluda el ángel de Dios. Un momento en el cual nos visita el ángel y nos invita a emprender el camino que Dios quiere para nosotros. Bienaventurado el que conoce y acepta, con todo su corazón, el camino que Dios ha preparado para él; en ese camino está la verdad y la grandeza de nuestra vida.

En la Iglesia hoy padecemos una dura escasez de vocaciones. No solamente para ser sacerdotes, misioneros o religiosas sino vocaciones para comprender la vida respondiendo a una llamada de Dios; donde Dios quiera y como Dios quiera. Nos falta hondura para descubrir la vida como respuesta al amor de Dios, a la Providencia de Dios, como servicio a las necesidades de nuestros hermanos, para descubrir y vivir la propia vida como vocación.

Vamos a pedir a Virgen del Sí que crezca en la Iglesia, en nuestras familias esta experiencia de la llamada de Dios, de la propuesta de Dios, del saber descubrir y vivir la propia vida, ofreciéndola en res-puesta al amor de Dios, para el servicio de las necesidades de nuestros hermanos.