Las entrañas de Dios (IV Miércoles de Cuaresma)

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IV Miércoles de Cuaresma

(Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30)

Las entrañas de Dios

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Quizá tú también, como el pueblo de Israel en tiempos del exilio, tengas la sensación de que Dios te ha olvidado, o que no responde a tus súplicas. Si es así, escucha la palabra del profeta y da fe a lo que te dice Dios, que se muestra con una solicitud inimaginable: “Sión decía: "Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado." ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré».” (Is 49, 14-15).

La ternura divina se extiende a los más débiles. Como diría el papa Francisco, a los que sufren descarte, a los niños y a los ancianos. “El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan” (Sal 144).

Jesucristo no solo revela el amor de Dios, sino que con su vida nos ha demostrado hasta dónde llega su amor entrañable, su amor de hermano y de amigo: hasta dar la vida. Quienes dan fe a su palabra gozan ya en esta vida la certeza de la salvación: “Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida” (Jn 5, 24).

Estamos avanzando hacia la Pascua, y la Palabra de Dios se hace cada vez más intensa. Es momento de reflexionar si en verdad el mensaje cuaresmal está rehabilitándonos, para que la noche de Pascua sea un verdadero acontecimiento renovador, por el que percibamos la gracia bautismal, la pertenencia a la familia de los hijos de Dios.

Santa Teresa de Jesús

La doctora mística se atreve a decir cuál es el modo mejor que para experimentar la ternura de Dios: “Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita. Muy muy muchas veces lo he visto por experiencia. Hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (Vida  22, 6).

La ternura de Jesucristo para con Santa Teresa llega al extremo de consolarla con detalles cariñosos: “Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín; me dijo el Señor. No tengas pena, que Yo te daré libro vivo. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones. Después, desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar!” (Vida  26, 5).

Con lo que se demuestra hasta dónde llega el amor divino.

    

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