Francisco viaja a Bari

9 de julio de 2018
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Imagen de NuvolaBianca en Pixabay

Francisco denuncia que Oriente Medio hoy llora, sufre y calla, mientras otros lo pisotean en busca de poder y riquezas

“El próximo sábado iré a Bari, junto con muchos responsables de Iglesias y comunidades cristianas de Medio Oriente. Viviremos una jornada de oración y reflexión sobre la situación siempre dramática de esa región, donde tantos de nuestros hermanos y hermanas en la fe continúan sufriendo”. Fue así como el Papa Francisco, durante el rezo del Ángelus del pasado 1 de julio, expresó el objetivo de su reciente viaje a Bari.

De tal forma, a las siete de la mañana del sábado partía en helicóptero desde el Vaticano. Tras ser recibido por las autoridades, se dirigió hacia la Basílica de San Nicolás, donde rezó frente a las reliquias del santo, veneradas por católicos y ortodoxos. Seguidamente, partía hacia el paso marítimo de Bari, donde 50.000 fieles se congregaron para la oración común por Oriente Medio. “¡La paz sea con ustedes! Cristianos juntos por Oriente Medio”, comenzó el Pontífice. Y añadió: “esta jornada inicia con la oración, para que la luz divina disipe las tinieblas del mundo. Juntos deseamos encender hoy una llama de esperanza. Que las lámparas que colocaremos sean signo de una luz que aun brilla en la noche”.

En su discurso, que ha tomado como marco de referencia la necesidad de paz que sufren las Iglesias de Oriente, el Santo Padre ha subrayado: “recemos unidos, para pedir al Señor del cielo esa paz que los poderosos de la tierra todavía no han conseguido encontrar […]La paz: es el grito de tantos Abeles de la actualidad que suben al trono de Dios. La indiferencia mata, y nosotros queremos ser una voz que combate el homicidio de la indiferencia”. Al concluir, el Papa regresó a la Basílica de San Nicolás, donde mantuvo un encuentro con los responsables de las Iglesias orientales, entre ellos el de Constantinopla, Bartolomé, o el ‘ministro de Exteriores’ del patriarca ruso Cirilo, el metropolita de Violokolamsk, Hilarion.

Pese a ser una reunión a puertas cerrada, Bergoglio quiso enviar un mensaje al finalizar, reconociendo que “alentándonos mutuamente, hemos dialogado fraternalmente. Ha sido un signo de que el encuentro y la unidad hay que buscarlos siempre, sin temer las diferencias”. Además, recalcó: nosotros nos comprometemos a caminar, orar y trabajar, e imploramos que el arte del encuentro prevalezca sobre las estrategias de confrontación, que la ostentación de los amenazantes signos de poder deje paso al poder de los signos de esperanza: hombres de buena voluntad y de diferentes credos que no tienen miedo de hablarse, de aceptar las razones de los demás y de cuidarse unos a otros […] Solo así, cuidando que a nadie le falte pan y trabajo, dignidad y esperanza, los gritos de guerra se transformarán en cantos de paz”.

El Papa ha pedido que para “abrir caminos de paz, se vuelva la mirada en cambio hacia quien suplica poder vivir fraternalmente con los demás. Que se proteja la presencia de todos no solo de los que son mayoría. Que se abra también de par en par en Oriente Medio el camino del derecho a una común ciudadanía, camino para un futuro renovado. También los cristianos son y ha de ser ciudadanos a título pleno, con los mismos derechos”.

La advertencia del Papa fue clara: «No olvidemos el siglo pasado. No dejemos de lado las lecciones de Hiroshima y Nagasaki, no convirtamos las tierras de Oriente, donde apareció el verbo de paz, en oscuras extensiones de silencio».

La situación de los cristianos en Oriente, en números

Cristianos que sufren persecuciones, pese a llevar miles de años viviendo en estas tierras. O cristianos que se han visto obligados a huir, como por ejemplo parte de los de Irak, en la Llanura del Nínive; o los que sufren la guerra que asola Siria, desde el año 2011.

Así, son casi 15 millones de cristianos los que viven en los países orientales, entre aproximadamente unos 258 millones de habitantes en total. Cifras que dan muestra de la caída de la presencia cristiana en la región, sobre todo tras el empoderamiento que ha experimentado el fundamentalismo islámico.