Hubo un hombre que no sabía odiar. Se dedicaba a hacer el bien a todos. Su conducta se hizo primero extraña, luego escandalosa, por último insoportable. Una tarde apareció colgado entre el cielo y la tierra. No tenía figura humana. La gente comentó: -Pobrecillo, con lo bueno que era. y todos experimentaron una extraña sensación de alivio. (No todos los "profetas" incómodos son verdaderos, pero ¿hay algún profeta verdadero que no sea incómodo?).
Sábado de la XV Semana del Tiempo Ordinario
Mt 12, 14-21. Les mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta.