Arcilla entre tus manos

10 de mayo de 2012
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INTRODUCCIÓN

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.«El escultor contemplaba un tronco de madera noble que tenía delante y, entornando los ojos, descubrió en él, como al trasluz, una talla perfecta, y luego otra, y otra… en un desfile interminable. No eran seres imaginarios, no; eran reales: estaban allí dentro. Su oficio consistiría en rescatar a aquellas criaturas liberándolas de su prisión de madera.

Pero, al tomar la gubia, se sitió totalmente paralizado. Desde el corazón de aquel tron­co, millones de seres levantaban los brazos clamando por su liberación. Salvar a uno era abandonar a muchos, pero no elegir era excluir a todos.

Y, ¿cómo renunciar a salvar a aquella única criatura que le era posible? Y sintió un es­tremecimiento, porque intuyó de pronto que el tronco era su propia vida; las figuras ocultas, los mil posibles modos de vivirla, y que él mismo debía elegir un único destino y tallarlo con sus propias manos».

ORACIÓN (Para hacer todos juntos)

Lo he visto, Señor,
y Tú también lo has visto.
Hemos visto trabajar al alfarero.
Señor, Tú eres nuestro Padre. Nosotros, la arcilla, y tú, nuestro alfarero; la hechura de tus manos, todos nosotros. Como el barro en la mano del alfarero, así somos nosotros en tus manos.
Como barro me hiciste. Amasaste el barro, Señor. Me moldearon tus manos. Me moldeaste como arcilla, igual que hace el alfarero. Tus manos como barro me han moldeado.
¿Por qué me has hecho así? ¿Para qué me has hecho así?
¿Cuáles son, Señor, tus planes y proyectos
al moldear esta vasija de barro?
¿Para qué quieres que sirva?
¿Dónde está mi sitio?
¿Dónde? ¿En qué lugar del mundo,
en qué lugar de esta casa grande
que es el universo?
¡Cómo me has moldeado, Señor! Tus manos han formado y despertado mi propia capacidad de dar y de servir. Tus dedos haciéndome el hueco para recibir y para acoger. Señor, me has dado cinco talentos o siete o diez o diecisiete. No quiero guardarlos para mí. Quiero multiplicarlos para Ti; para Ti, que estás en los hermanos.
¿Qué vas a hacer de mí?
¿Qué voy a ser?
¿Seré cuenco, cántaro, jarra o jarrón?
¿Harás de mí una vasija de barro,
honda y ancha, esbelta o bajita?
¡Qué más da!
Vaso de barro, para Ti, Señor;
para Ti, que estás en los hermanos.

CANCIÓN. Vaso nuevo

Gracias quiero darte por amarme. Gracias quiero darte yo a ti, Señor. Hoy soy feliz porque te conocí. Gracias por amarme a mí también.
Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo (2).

Te conocí y te amé. Te pedí perdón y me escuchaste. Si te ofendí, perdóname, Señor, pues te amo y nunca te olvidaré.

TEXTO BÍBLICO

Lectura del profeta Jeremías (18, 1-6):

«Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahvé: Levántate y baja a la al­farería, que allí mismo te haré oír mis pa­labras.

Bajé a la alfarería, y he aquí que el al­farero estaba haciendo un trabajo al tor­no. La vasija que estaba haciendo se es­tropeó como barro en manos del alfarero, y éste volvió a empezar, transformándolo en otra vasija diferente, como mejor le pa­reció al alfarero.
Entonces me fue dirigida la palabra de Yahvé en estos términos: ¿No puedo ha­cer yo con vosotros, casa de Israel, lo mis­mo que el alfarero?

Mirad que, como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi ma­no».

Palabra de Dios

SALMO (a dos coros)

Señor, tú me sondeas y me conoces:
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanse,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua. y ya,
Señor, te la sabes toda.

Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco.

¿Adonde iré lejos de tu aliento, adonde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo:
«que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque
me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días antes que llegase el primero.
¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío,
qué inmenso es su conjunto!

Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba
y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

CANCIÓN FINAL A MARÍA

Eres Madre muy sencilla, criatura del Señor;
Virgen pobre, Madre mía, llena de gracia y de amor.
Fuiste arcilla entre sus manos y el Señor te modeló:
aceptaste ser su esclava, siempre dócil a su voz.

Yo quiero ser arcilla entre sus manos,
yo quiero ser vasija de su amor (2).
Quiero dejar lo mío para Él, para Él.