Nuestra interpretación natural de lo que significa sacrificio nos lleva a los padecimientos dolorosos, a las ofrendas penitenciales, a la abstinencia de lo que nos gusta, a ofrendas que nos cuestan.

Nuestra interpretación natural de lo que significa sacrificio nos lleva a los padecimientos dolorosos, a las ofrendas penitenciales, a la abstinencia de lo que nos gusta, a ofrendas que nos cuestan.
En el camino cuaresmal destaca la presencia del hombre justo, de quien se fio de Dios y dio crédito a su Palabra y a su promesa. San José, el esposo de María, se nos muestra como el mejor ejemplo si deseamos avanzar hacia la Pascua.
Los que estudian las Escrituras nos hacen comprender mejor el significado de algunos pasajes que contienen imágenes y concurrencias muy ricas y profundas. Por ejemplo, los tres evangelios sinópticos y san Pablo narran la última cena; en cambio, en el mismo marco del Cenáculo, san Juan describe el lavatorio de los pies.
El tiempo de Cuaresma y la imagen del desierto guardan una estrecha relación, especialmente si recordamos la cuarentena que pasó Jesús en el desierto.
Si hay un personaje del Antiguo Testamento que representa proféticamente a Jesús es José, el hijo amado de Jacob. El gran relato de la vida de José, que fue despojado de su túnica, vendido por sus hermanos por 30 monedas, exiliado de su patria, esclavo y encarcelado, tiene una analogía con la vida de Jesús, también vendido por treinta monedas, despojado de sus vestidos y de su túnica, encarcelado.
Jesús dice a sus discípulos “Vamos a Jerusalén”, con palabras remecidas de sentimiento. Con ellas, el Maestro les está indicando el momento más recio de su vida, por los acontecimientos ya próximos de su Pasión.
Demasiadas personas están entre la vida y la muerte. Según datos de Manos Unidas: "815 millones de personas pasan hambre en el mundo, una de cada nueve; y, una de cada tres, malnutrición". Muchas personas viven esta situación solo por haber nacido en un determinado lugar o en un momento concreto.
La C de camino es la primera. Se trata de una metáfora clásica de la vida; ya desde antiguo: Abraham, Ulises… Como el camino, la vida tiene un principio y un final. Y una dirección. El tiempo de cuaresma es camino hacia la Pascua. Implica que hay que moverse; no como vagabundos o nómadas, sino como peregrinos que conocen la meta y el mapa.
Cuando alguien está enfermo, otro está brindando cuidados de sanación. Cuando alguien ha sido expulsado de su casa, otro está haciendo espacio. Cuando alguien ha perdido toda la esperanza, otro lucha por ellos.
Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios» (Prefacio I de Cuaresma).
A María: “Hazme contigo llorar/ y de veras lastimar/ de sus penas mientras vivo./ Porque acompañar deseo/ en la cruz, donde le veo,/ tu corazón compasivo”.