Este icono es uno de los más célebres en la Iglesia greco-ortodoxa y atrae a numerosos peregrinos.

Este icono es uno de los más célebres en la Iglesia greco-ortodoxa y atrae a numerosos peregrinos.
En medio de la noche, o cuando se cierne sobre nosotros el peligro de «una tormenta perfecta»…, el creyente eleva sus ojos y su corazón errante a María
Esta escena no es la simple ilustración de un suceso de la infancia de Jesús, sino que presenta un profundo significado.
«Junto a la cruz de Jesús estaba su madre…» (Jn 19,25)
María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón
Y falta el vino. Nadie cae en la cuenta, cada uno está pendiente de lo que tiene delante, ajeno y distante a los problemas. Sólo María –apunta el evangelio- abre los ojos a esos jóvenes esposos, que iban a quedar abochornados.
AMAS la luz que el manso mar eleva al cielo sin cesar en prodigiosa desnuda redondez.
María sólo puede aparecer como madre allí donde la Iglesia resume y rehace el camino de Jesús, como espacio en que se ofrece el reino al conjunto de los hombres, en palabra de misión y en gesto de acogida abierta para todos.
Hay unas palabras de Jesús que parecen estar dirigidas a los hombres y mujeres de nuestra generación: «Buscad y encontraréis …porque todo el que busca encuentra» (Mt 7.7-8).
El exceso de información, la falta de silencio, la excesiva cercanía a los acontecimientos, nos impide descubrir su sentido y, en consecuencia, elaborar respuestas creativas que nos ayuden a conducirnos de una manera más humana y satisfactoria.
Os invito a adentrarnos en esas hermosas fantasías marianas, que no son ensoñaciones sino formas atrevidas de presentarnos al Dios verdadero y su designio sobre el mundo.