
Fieles o felices
Me cuentan que una mujer casada abandona a su marido y a sus hijos. Y da esta explicación: “quiero ser feliz”. Resulta sorprendente. ¿Quién no quiere ser feliz? Yo quiero ser feliz. Aspiro a ello.
Me cuentan que una mujer casada abandona a su marido y a sus hijos. Y da esta explicación: “quiero ser feliz”. Resulta sorprendente. ¿Quién no quiere ser feliz? Yo quiero ser feliz. Aspiro a ello.
Uno de las urgencias de la pastoral actual consiste en proponer nuevos modelos de santidad. En la tradición han ido sugiriendo modelos según las épocas: los apóstoles, los mártires, los monjes, los confesores, las vírgenes, los misioneros…
La relación entre la Iglesia. como comunión de vida, y el matrimonio, en cuanto relación amorosa de hombre mujer, es muy peculiar. La Iglesia se entiende a sí misma a través de la metáfora esponsal y maternal.
Todos reconocen que el género es una construcción social. Lo que implica ser de género masculino o femenino se ha construido culturalmente.
Acaba de llenar las primeras páginas de los medios informativos una boda famosa. Le viene la singularidad tanto notoriedad de los personajes como de la circunstancia de la edad. Las reacciones de los informadores y comentaristas son dispares.
Eugenio Ionesco en una de sus obras cuenta una historia significativa. Dos personas, que no se conocen una a otra, están sentadas en la misma habitación. La conversación va revelando una serie de coincidencias sorprendentes. Viven en el mismo edificio de pisos y apartamentos, en el mismo número… y en la misma letra. Al final resulta que son marido y mujer y que no se conocen el uno al otro.
Hay miles y miles de parejas que son fieles toda la vida, que se enamoran, que se unen, que se acompañan, que se desafían, se perdonan, se reconcilian, que se cuidan y se reconocen, que hacen el amor y construyen la relación de amor.
En nuestros días se han modificado las expectativas con respecto a la vida misma, a lo que se pide y se espera de ella. Falta romanticismo y sobre pragmatismo.
Hay lugares que tienen gracia. Y me refiero a la gracia como disfrute. Y a la gracia como donación humana y divina. A la relación matrimonial cada persona va con su propia historia individual, y también con sus afanes, sus sueños, expectativas, aspiraciones.
Hace ya muchos años que Nicola di Bari se sentía el último romántico cantándole a la luna. Hoy día surge con insistencia la pregunta: ¿Están llegando a su fin las generaciones del amor romántico?
Querido Jesús crucificado : hoy te escribo esta carta, Quiero expresarte mis sentimientos. Con frecuencia me siento rabioso; en otros momentos siento fuertes temores. También vivo sentimientos de mucha pena. Constato que algunos quieren quitar tu recuerdo/símbolo de los espacios públicos.
Para poder vivir una auténtica relación de amor, se requieren algunas actitudes previas y fundamentales. Son punto de partida para una relación de amor constructiva y personalizada.
La relación de amor entre los cónyuges tiene una dimensión de fascinación. El tiempo fundante es fascinante. Es un tiempo de descubrimiento del otro, del descubrimiento de sí mismo/a gracias a la mirada de amor del pretendiente.
Es esta una pregunta para analizar la relación. Es aplicable tanto a la relación conyugal, como a la relación de amistad, como a la relación fraterna y comunitaria. ¿Qué es lo que realmente nos mantiene unidos?
El sueño de amor matrimonial es persistente y fuerte; es la causa más grande de felicidad personal; pero tiene sus fragilidades, como todo lo humano. Está sometido al desgaste del tiempo, al acecho de la rutina, a la tentación de la ensoñación.
La vida conyugal tiene su termómetro en la calidad y frecuencia de la comunicación interpersonal. A la inversa, la dificultad de la comunicación es un factor de separación y desilusión. Se expresa en frases como: ya no hablamos; nos decimos solo lo más elemental, no tenemos temas comunes; nos hemos vuelto unos desconocidos.
La comunicación forma parte esencial de la vida interpersonal, y de modo especial de la vida conyugal. El diálogo hace revivir lo mejor de la relación conyugal. La comunicación abierta y transparente recrea y nutre la intimidad.
Yo quiero resucitar ¿Tú quieres resucitar? ¿Quieres vivir para siempre? ¿Sientes pasión por la vida? ¿Puedes afirmar que eres una persona “biófíla”? ¿Sientes rebeldía frente a la muerte individual e indignación ética frente a la cultura de la muerte?
Son los novios los que se casan, la boda es el comienzo de la vida matrimonial sacramental.
Es éste un adjetivo muy actual para el sustantivo fidelidad. Pertenece a la naturaleza de la fidelidad en estos tiempos en los cuales se jalea día y noche la infidelidad: matrimonial, política, religiosa. Como valor permanente se refiere ante todo a la coherencia consigo mismo. Implica autenticidad y verdad en las relaciones interpersonales y conyugales.