El camino de Adviento se nos presenta como el ascenso al Monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, al Santuario, al Monte Sión, a la ciudad santa de Jerusalén…

El camino de Adviento se nos presenta como el ascenso al Monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, al Santuario, al Monte Sión, a la ciudad santa de Jerusalén…
Los profetas describen los tiempos mesiánicos con distintas figuras, como la del desierto convertido en vergel, repoblado con cipreses, alerces, acacias, olivos, mirtos…, y árboles de hoja perenne.
El papa Francisco no se ha inventado la misericordia. No se trata, pues, de algo nuevo. Su propuesta no es revolucionaria. Mucho menos se podría decir que es una opción de izquierdas, una ocurrencia más -como algunos dicen- de un papa “populista”, que no sabe teología, que más parece un cura de Pueblo que un Pontífice. Todo pontificado tiene y ha tenido sus resistencias. Es ley de vida.
“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar.
El profeta Jeremías, figura de Jesús, reconoce: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre (Is 49, 1). Esta confesión pone letra a una realidad que deberíamos reconocer cada ser humano, y de manera especial quienes hemos sido enriquecidos con la fe, y quizá con la llamada al seguimiento del Maestro de Nazaret.
Señor, cuando se cierne la noche, y tu mente presiente el momento más oscuro y recio de tu vida, quiero ser Betania para ti, quiero ser tu amigo, hombro en el que desahogues el alma; no te dé pudor manifestar el agobio y la tristeza que te embargan.
Es posible que cada uno sienta impresiones diferentes ante las diversas imágenes con las que la Revelación describe a Dios. Sin embargo, algunas no solo se encuentran en la Antigua Alianza, sino que el mismo Jesús se identifica con ellas.
Para la comprensión de los textos bíblicos, ayuda mucho conocer la relación interna que se da entre distintos pasajes y comprobar cómo narraciones del Antiguo Testamento adquieren su sentido pleno a la luz del Nuevo Testamento.
En una lectura creyente, cabe buscar los pasajes bíblicos en los que se anuncia un motivo de felicidad y de dicha. Conocemos el Discurso del Monte que refiere el evangelio de Mateo, en el que se desgranan las bienaventuranzas. Sin embargo, a lo largo de los textos sagrados, también se encuentran otros fragmentos en los se revelan motivos para alcanzar la alegría del corazón, en esta vida y en la eterna.
Es evidente el clima de tensión que se vive en el pasaje profético de Jeremías -“Señor, hazme caso, oye cómo me acusan” (Jr 18, 20)-, al igual que en el Evangelio – , -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.» (Mt 20,19).
Hay muchas formas de corregir; por ejemplo, la de quienes agrandan los defectos del otro para camuflar los propios, y la de quien, de manera comprensiva, alienta y pone en verdad, sin juicio ni condena.