Hace más de 51 años (el 5 de marzo de 1967) apareció la Instrucción Musican Sacram” . En memoria de aquel documento, deseo en este mes de mayo dedicar una reflexión meditativa al canto litúrgico a María. Y lo deseo hacer con este sugerente título: Cantar a María, Cantar con María. Para centrar mi reflexión, voy a reducir mi reflexión al ámbito de la Liturgia de las Horas.
Desde que el Concilio Vaticano II enumeró los ámbitos de nuestra educación cristiana, -coinciden con los ámbitos de nuestra salvación-, la manera de entender y conducir la pedagogía hacia la interioridad, ha de cambiar.
La oración no se hace; se recibe. Y sin embargo, persistimos en una manera equivocada de lenguaje, la de ‘hacer oración Y aunque parece una ingenuidad perdonable, es una barrera que, en otro momento del proceso interior, impide el progreso en la oración, lo malinterpreta, lo rechaza.
“El hombre sólo se puede comprender a partir de Dios, y sólo viviendo en relación con Dios, su vida será verdadera. () Puesto que ser hombre significa esencialmente relación con Dios, está claro que incluye también el hablar con Dios y el escuchar a Dios”. (Joseph Ratzinger)
por: Asterio Niño, cmf (Revista Iris de Paz) en Siempre con ella el
Sin duda alguna el Amor más hermoso es Jesús, el hijo de Dios vivo, salido de las entrañas de María Santísima. Jesús es un Amor Y es un amor hermoso. “El es el más bello de los hombres; en sus labios se derrama la gracia” (cf. Sal 44,3).
A María: “Hazme contigo llorar/ y de veras lastimar/ de sus penas mientras vivo./ Porque acompañar deseo/ en la cruz, donde le veo,/ tu corazón compasivo”.
He bajado hasta lo más profundo de ti mismo, y ahí te tiendo mi mano desclavada, para sacarte de tus infiernos. Ya nada me impide rescatarte, ni siquiera la muerte.
No es momento de comprender, sino de rendir el pensamiento, entrar en comunión con el dolor del mundo, adorar, y si puedes, llegar a decir en medio de la prueba: “Bendito sea Dios”. Confío en ti, me pongo en tus manos.
Jesús, ¿era necesario que llegaras hasta aquí? “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”. La Cruz nos revela que Dios. en vez de aconsejarnos cómo soportar nuestro dolor, se ha convertido en nuestro propio sufrimiento. Toda cruz es sacramento de la Redención.
Jesús, ¿por qué tanto despojo y tanta humillación? Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto” (Mt 15, 38-39). Déjate revestir por Cristo con la túnica de hijo de Dios, de hombre nuevo, reconciliado.