¿Por qué no somos más felices? ¿Por qué estamos atrapados por frustraciones, tensiones, iras y resentimientos?

¿Por qué no somos más felices? ¿Por qué estamos atrapados por frustraciones, tensiones, iras y resentimientos?
Vivimos en un mundo donde casi todo alimenta nuestro complejo de superioridad, y más aún, cada vez se nos dan menos herramientas para combatirlo.
Hace varios años, mientras dirigía un curso de verano en la Universidad de Seattle, tuve como uno de mis estudiantes a una mujer que, aun estando felizmente casada, era incapaz de concebir un hijo.
La escritora espiritual belga, Bieke Vandekerckhove, aprendió lo que sabe honestamente. No aprendió de un libro o de el buen ejemplo de otros. Sino que aprendió a través del crisol de un sufrimiento único, al ser golpeada a la tierna edad de 19 años con una enfermedad terminal que vaticinaba no solo una muerte prematura sino también la completa quiebra y humillación de su cuerpo camino de la muerte.
Recientemente, en una cena académica, estaba sentado en la mesa de un científico nuclear. En un momento, le pregunté: ¿Cree que hay vida humana en otros planetas? Su respuesta me sorprendió: “Como científico, no, no creo que haya vida humana en otros planetas. Científicamente, las pruebas son fuertes contra esa afirmación. Pero, como Cristiano, creo que hay vida humana en otros planetas. ¿Por qué? Mi lógica es esta: ¿Porqué elegiría Dios a un solo hijo?
Hay más de siete mil millones de personas en esta tierra y cada uno siente como si fuera el centro del universo. Esto cuenta para la mayoría de los problemas que tenemos en nuestro mundo, en nuestro vecindario, en nuestras familias.
"Además de todo esto, entre tú y nosotros se ha abierto un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a ti no pueden hacerlo, y nadie puede cruzar de allí a nosotros." Abraham dice estas palabras a un alma que está en el infierno en la famosa parábola del rico y Lázaro (Lucas 16, 19-21).
Ay de la castidad que no se practica por amor, pero ay del amor que excluye la castidad! Estas son las palabras de Benoit Standaert, un monje benedictino, y creo que se pueden ser provechosas para nuestra cultura de hoy, donde, en detrimento de todos, los sexualmente activos y los comprometidos con el voto de celibato por igual, la sexualidad y la castidad son generalmente vistas como opuestas entre sí, como enemigas.
Hoy en día hay una rica literatura escrita por hombres y mujeres muy inteligentes y sensibles que podrían describirse mejor como estoicos agnósticos. A diferencia de algunos de sus homólogos ateos, cuyos ataques unilaterales contra la religión sugieren que "protestan demasiado", este grupo no protesta en absoluto. No atacan la fe en Dios; de hecho, a menudo ven las doctrinas religiosas como la creencia en la encarnación de Cristo, la creencia en el pecado original, y la creencia en la resurrección como mitos útiles que pueden tener valor para nuestro auto-entendimiento, similares a los grandes mitos del mundo antiguo.
Tomás de Aquino sugirió una vez que es un pecado no dar un cumplido a alguien cuando se lo merece porque al retener nuestros elogios estamos privando a esa persona de la comida que necesita para vivir. Tiene razón.
Alguno de mis autores favoritos son agnósticos, hombres y mujeres que enfrentan la vida con honestidad y coraje sin fe en un Dios personal. Son mayormente estoicos, personas que ha hecho las paces con el hecho de que Dios pudiera no existir y que quizás la muerte sea el fin de todo para nosotros. Veo esto, por ejemplo, en el último James Hillman, un hombre que admiro profundamente y quien tiene mucho que enseñar a los creyentes sobre el significado de escuchar y honrar el alma humana.