Autor

Ron Rolheiser

Derrochando la misericordia de Dios

Derrochando la misericordia de Dios

Poco después de la ordenación, haciendo un trabajo de sustitución en una parroquia, me encontré en una rectoría con un santo y viejo sacerdote. Tenía más de ochenta años, estaba casi ciego, pero era muy solicitado y respetado, especialmente como confesor. Una noche, a solas con él, le hice esta pregunta: "Si tuviera que volver a vivir su sacerdocio, ¿haría algo diferente?"

Cómo orar cuando no sentimos ganas

Cómo orar cuando no sentimos ganas

Si sólo oráramos cuando sintiéramos ganas, no oraríamos mucho. El entusiasmo, los buenos sentimientos y el fervor no sostendrán durante mucho tiempo la vida de oración de uno, por más que haya buena voluntad y firme intención. Nuestros corazones y mentes son complejos y promiscuos, potros salvajes que retozan a su propio ritmo, con la oración frecuentemente  sin estar en su agenda.

Escribir tu propio obituario

Escribir tu propio obituario

Durante la vida se te presenta un momento en el que es hora de dejar de escribir tu currículo y empezar a escribir tu obituario. No estoy seguro de  quién  acuñó esa frase por primera vez, pero contiene sabiduría.

Nuestros verdaderos demonios

Nuestros verdaderos demonios

¿Qué hay en una imagen? Una imagen puede grabarse de forma indeleble en nuestra conciencia, de modo que no podemos imaginar una cosa si no es de una forma determinada. Tomemos, por ejemplo, el famoso cuadro de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Hoy en día, si cierras los ojos e intentas imaginarte la Última Cena, esa imagen te vendrá espontáneamente a la mente, aunque los estudiosos nos aseguran que no es así como Jesús y sus discípulos habrían estado sentados en esa comida. 

Una fórmula bíblica para el perdón

Una fórmula bíblica para el perdón

Nada es tan importante como el perdón. Es la clave de la felicidad y el imperativo espiritual más importante de nuestra vida. Necesitamos perdonar, hacer las paces con las heridas e injusticias que hemos sufrido para no morir enfadados y amargados. Antes de morir, necesitamos perdonar, a los demás, a nosotros mismos y a Dios, por lo que nos ha pasado en esta vida.

El Magnificat

El Magnificat

Un viejo y sabio sacerdote agustino compartió una vez esto en clase. Hay días en mi vida en los que todo, desde las presiones de mi trabajo, hasta el cansancio, la depresión, la distracción o la pereza, me dificultan la oración. Pero, pase lo que pase, siempre intento rezar al menos un Padre Nuestro sincero y concentrado cada día.

La ley de la gravedad y el Espíritu Santo

La ley de la gravedad y el Espíritu Santo

Una teología y una ciencia cabales reconocerán que la ley de la gravedad y el Espíritu Santo son una sola realidad en el mismo principio. No existe un espíritu diferente de lo espiritual que pueda mantener lo físico. Existe un solo espíritu que habla por medio de la ley de la gravedad y el Sermón de la Montaña.

Nuestra más profunda soledad

Nuestra más profunda soledad

Robert Coles, psicólogo de Harvard, al describir a la mística francesa Simone Weil, indicó una vez que lo que ella sufrió en realidad y lo que motivó su vida fue su soledad moral. ¿Qué es eso? La soledad moral es lo que experimentamos cuando anhelamos la afinidad moral, esto es, un alma gemela, alguien que nos conozca, comprenda y honre todo lo más profundo y valioso que hay en nuestro interior.

Rendirse al amor

Rendirse al amor

Quizás todas las invitaciones que Jesús nos hizo puedan ser resumidas en una sola palabra: rendición. Necesitamos rendirnos al amor. Pero ¿por qué es difícil? ¿No debería resultar lo más natural del mundo?

La dos caras de la hipocresía

La dos caras de la hipocresía

¡Qué sutil es la hipocresía! Qué fácil es no ver nuestras propias incoherencias, aunque veamos tan nítidamente los defectos de los demás. ¿Estamos obstinadamente ciegos, o es que simplemente no vemos? ¿Es un problema moral o visual? Veamos estos ejemplos:

El permiso de Dios para la fatiga humana.

El permiso de Dios para la fatiga humana.

Alguien preguntó una vez a Teresa de Lisieux si estaba mal dormirse mientras se rezaba. Ella respondió: En absoluto. Un niño pequeño es igualmente agradable a sus padres, despierto o dormido – ¡probablemente más cuando duerme!

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