Los obispos, reunidos en Sínodo con el Obispo de Roma, nos acaban de enviar un mensaje. Su objetivo es “animar y orientar el servicio al Evangelio en los diversos contextos en los que estamos llamados hoy a dar testimonio”.
Los obispos, reunidos en Sínodo con el Obispo de Roma, nos acaban de enviar un mensaje. Su objetivo es “animar y orientar el servicio al Evangelio en los diversos contextos en los que estamos llamados hoy a dar testimonio”.
Si todo es “nueva evangelización” nada es “nueva evangelización”. Ahora parece que con el slogan de la “nueva evangelización” todo se resuelve. ¡Hasta la crisis económica! Ahora parece que hay que lanzar a gente audaz a la calle para la “nueva evangelización”.
Seguimos reflexionando sobre la Nueva Evangelización a partir del Instrumento de Trabajo. Los que vamos a sintetizar ahora son capítulos densos, un poco pesados. Da la impresión de que todo es convocado a la hora de la nueva evangelización.
Tal vez el principal problema de la “nueva evangelización” -cuyo significado hemos tratado de discernir en la anterior reflexión- no sea la situación en que se encuentra hoy el ser humano, que no pertenece a la Iglesia, sino que somos nosotros mismos, los creyentes.
Ya disponemos del Instrumento de trabajo del próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización y la transmisión de la fe. Se trata de un extenso documento de 169 números, dividido en un prefacio, una introducción, cuatro capítulos y una conclusión.
Debemos dar pasos más decididos en la eclesiología de la inclusión, que es el nombre que traduce mejor “lo católico”, porque una iglesia que ex-cluye pierde la tensión hacia la catolicidad.
Nos hemos preocupado mucho de la pastoral vocacional, o juvenil-vocacional. ¿Nos preocupa también, y especialmente ahora, la “pastoral de la fidelidad” a la vocación recibida?
No es fácil hablar de la etapa final del camino espiritual. Ante todo, por falta de experiencia personal. Es necesario recurrir al testimonio de aquellas personas que han sido agraciadas con esta fase de la espiral de la Alianza.
Tras la purificación y en estrecha conexión con ella, la Alianza pasa por la prueba de la “puerta estrecha” (Mt 7, 13-14). Es la fase del combate espiritual, del cargar con la cruz de Jesús y seguirlo y acompañarlo en sus tentaciones (Lc 22,28).
La iluminación -primera etapa de la espiral de la Alianza- requiere una respuesta. Pero ésta no es fácil si un lento aprendizaje: aprender a vivir “con Dios”, habituarse a estar con Jesús y seguirlo en el camino y a ser dirigido por las mociones del Espíritu. Éste es el momento de la ascesis (tanto activa como pasiva) y el momento en el que el Espíritu se derrama con sus dones espléndidos: ciencia y consejo.
Nuestra vida está marcada por una curva vital que todos compartimos: concepción, nacimiento, infancia, adolescencia, juventud, adultez, ancianidad, muerte. ¿Ocurre algo parecido con la vida espiritual?