Cuando Pablo preguntó a los discípulos de Efeso si habían recibido el Espíritu al hacerse cristianos, ellos respondieron: «No, nunca hemos oído decir que exista un Espíritu Santo» (Hech 19,1). Nosotros sí que lo hemos oído. Pero ¿qué nos imaginamos?

Cuando Pablo preguntó a los discípulos de Efeso si habían recibido el Espíritu al hacerse cristianos, ellos respondieron: «No, nunca hemos oído decir que exista un Espíritu Santo» (Hech 19,1). Nosotros sí que lo hemos oído. Pero ¿qué nos imaginamos?
El Espíritu conduce al Cenáculo, a la Casa cerrada del Encuentro. Y allí estalla en mil lenguas de fuego para modelar y transfigurar una vieja comunidad.
Leemos y escuchamos durante estos días muchos pronósticos respecto al Post-Coronavirus: unos rebosan optimismo, otros escepticismo, otros pesimismo. El Evangelio de este día nos ofrece una clave alternativa, por parte de Jesús. Y es válida también para la Iglesia y sus comunidades.
Al compás de la liturgia de esta Semana Santa -en aislamiento- y celebrada en comunidad doméstica- hemos ido pasando de una experiencia a otra. Durante estos “Tres Días” últimos hemos pasado del Cenáculo a Getsemaní, de los tribunales al Calvario, del Calvario a la Tumba, con una tremenda confesión: “descendió a los infiernos”. Hoy es el día de Resurrección .
Pasó el tiempo de los apasionados ateísmos. Pasó también el tiempo de las apasionadas defensas de Dios. Hoy se habla poco de Dios. El número de los no-creyentes sigue creciendo en los países hasta ahora llamados cristianos.
Hay pensadores que tienen una visión positiva de nuestro tiempo. No niegan sus problemas, sus dificultades, sus fallos. Pero son capaces de mostrar cómo nos encontramos en la “época del espíritu”. Espíritu se puede escribir con mayúscula o minúscula.
Cuando Pablo preguntó a los discípulos de Efeso si habían recibido el Espíritu al hacerse cristianos, ellos respondieron: «No, nunca hemos oído decir que exista un Espíritu Santo» (Hech 19,1). Nosotros sí que lo hemos oído. Pero ¿qué nos imaginamos?
El Espíritu conduce al Cenáculo, a la Casa cerrada del Encuentro. Y allí estalla en mil lenguas de fuego para modelar y transfigurar una vieja comunidad.
Leemos y escuchamos durante estos días muchos pronósticos respecto al Post-Coronavirus: unos rebosan optimismo, otros escepticismo, otros pesimismo. El Evangelio de este día nos ofrece una clave alternativa, por parte de Jesús. Y es válida también para la Iglesia y sus comunidades.
Al compás de la liturgia de esta Semana Santa -en aislamiento- y celebrada en comunidad doméstica- hemos ido pasando de una experiencia a otra. Durante estos “Tres Días” últimos hemos pasado del Cenáculo a Getsemaní, de los tribunales al Calvario, del Calvario a la Tumba, con una tremenda confesión: “descendió a los infiernos”. Hoy es el día de Resurrección .
Pasó el tiempo de los apasionados ateísmos. Pasó también el tiempo de las apasionadas defensas de Dios. Hoy se habla poco de Dios. El número de los no-creyentes sigue creciendo en los países hasta ahora llamados cristianos.