Pero la cuestión que se plantea es: ¿a qué ser fieles? ¿A quién? ¿A uno mismo, a la persona del cónyuge, a el proyecto matrimonial diseñado juntos? ¿A la palabra dada el día de la profesión religiosa o de la ordenación ministerial? ¿A la promesa hecha en presencia de la familia, los amigos, la comunidad cristiana?
Autor
Bonifacio Fernandez
Testigos de amor para toda la vida
Dentro de un par de meses cumpliremos 52 años de casado y ha sido bueno reflexionar sobre qué comportamientos y actitudes, de los dos, vemos que vamos creciendo en nuestra relación matrimonial. Y lo hemos hecho a través de unas cartas que nos hemos dirigido y que tenemos el agrado de compartiros aquí.

Fidelidad, ¿merece la pena?
La fidelidad tiene mucho que ver con la identidad personal. Somos en cuando vamos siendo. Nos hacemos en el tiempo. La historia nos pertenece como dimensión de nuestra propia identidad. Somos seres humanos y, por ende, históricos, temporales.

¡mirad cómo se aman!
Se trata de un ejercicio de mirada. Mirar con los ojos abiertos. Y escuchar los mensajes que la mirada misma nos ofrece. Los matrimonios que se aman son un tesoro en la sociedad. Y en la Iglesia. Contemplar un matrimonio que se ama es una forma de ver un reflejo del gran amor con mayúscula.

Elogio de la familia
Con ocasión de la Sagrada Familia de Nazaret. En el tiempo de Navidad hacemos memoria del nacimiento de un niño, del todo especial. Y, con ese motivo, recordamos y agradecemos la familia en que este niño ha nacido y es presentado como el esperado Mesías.
Te doy mi palabra
Y es vinculante. El valor de la propia palabra dado hacía que fuera superfluo el papel escrito, y el notario, y el registrador de la propiedad. La palabra dada fundamenta la lealtad, incluso con perjuicio propio. Si además se decía ante testigos implicaba una vinculación de la propia vida a lo largo del tiempo
La imposible fidelidad
Cuando vivimos la difícil fidelidad nos surge espontáneamente la pregunta: ¿a qué quiero ser fiel? ¿Con qué me he comprometido en las promesas matrimoniales, en la profesión religiosa, en la ordenación presbiteral? ¿Con quién me he comprometido?
Fidelidad activa
La cultura actual es un canto contra la duración, el largo plazo, la fidelidad. Elogia constantemente la bondad de los cambios. Ha logrado hacernos creer que lo nuevo, por el hecho de serlo, es mejor y más verdadero.
La fidelidad cuestionada
Pero la cuestión que se plantea es: ¿a qué ser fieles? ¿A quién? ¿A uno mismo, a la persona del cónyuge, a el proyecto matrimonial diseñado juntos? ¿A la palabra dada el día de la profesión religiosa o de la ordenación ministerial? ¿A la promesa hecha en presencia de la familia, los amigos, la comunidad cristiana?
Testigos de amor para toda la vida
Dentro de un par de meses cumpliremos 52 años de casado y ha sido bueno reflexionar sobre qué comportamientos y actitudes, de los dos, vemos que vamos creciendo en nuestra relación matrimonial. Y lo hemos hecho a través de unas cartas que nos hemos dirigido y que tenemos el agrado de compartiros aquí.
Fidelidad, ¿merece la pena?
La fidelidad tiene mucho que ver con la identidad personal. Somos en cuando vamos siendo. Nos hacemos en el tiempo. La historia nos pertenece como dimensión de nuestra propia identidad. Somos seres humanos y, por ende, históricos, temporales.