Bienvenidos al rincón de Juan. Comentario al evangelio del domingo 18 de mayo, quinto domingo de Pascua.
Si tuviera que elegir una palabra que resuma lo que soy o una señal que me identifique, ¿cuál sería? No es fácil porque va a depender del momento en el que me encuentro.
“La señal por la que conocerán que sois discípulos míos”, nos va a preguntar Jesús en la última frase del evangelio de hoy. ¿Qué señal es esa? ¿Qué nos identifica como sus seguidores?
Pues va a ser que vivimos en la dinámica del amor o que intentamos vivir en esa dinámica del amor. Evidentemente todos creemos en la fuerza y en el poder del amor. Todos intentamos hacerlo vida.
Es más, sabemos que Jesús nos lo pide, nos lo impone como el mandamiento principal esencial, como el camino por el que sí o sí tenemos que acceder, porque sin amor no hay encuentro ni hay experiencia de Dios.
Ya sabemos que la fe no es un conjunto de convicciones, sino en primer lugar y nuclearmente es una experiencia personal de encuentro con Jesús, donde conociéndole y sintiendo ese amor, eso me lleva a vivir una serie de valores y me lleva después a practicar en mi vida una serie de derivaciones de ese amor.
Pero primero es un encuentro de amor y después es una praxis. ¿Cómo vivir la dinámica del amor? Al final es la pregunta que nos hace la Pascua.
Los seguidores de Jesús no nos distinguimos, ya lo hemos comentado alguna vez, por la ausencia de conflictos. Los tenemos como todo ser humano, pero nos distinguimos por el modo de resolverlos, porque creemos en otras herramientas.
Vivir el amor en el pequeño detalle en la rutina diaria, dando sabor a lo diferente, poniendo vida en lo que hago, aplicando esa máxima de “donde no hay amor, pon amor y hallarás amor.”
La segunda lectura del Apocalipsis nos dice que Dios todo lo hace nuevo. Esa creación que ha sido recreada y esa resurrección que infunde esa onda expansiva para que ese amor haga nuevas todas las cosas.
Claro que el Señor conoce nuestra debilidad. Y es verdad que no siempre somos fieles a nuestros compromisos y opciones, porque en muchas ocasiones nuestro corazón va de un sitio a otro, se deja seducir por apariencias y engaños.
Por eso necesitamos la estabilidad del amor. Qué bien lo expresó San Juan de la Cruz cuando dijo: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa.”
Hablamos de ese amor que se hace realidad cada día, no un amor utópico. Hablamos de ese amor que hace todo nuevo, que nunca aburre, que todo lo modifica, que está en esa gozosa tensión y a la vez en esa paz.
Hablamos de ese amor que es una ilusión, que es una fuerza que nos permite levantarnos cada mañana porque tenemos un porqué, que ve todo desde otra perspectiva, que no ignora la realidad, pero quiere creer que puede cambiar, que es fuerte para esperar y para soportar, que frena las inercias de la ira, del odio o del egoísmo y que siempre nos sorprende.
Esta es la señal por la que conocerán que sois discípulos míos. ¿Cuál es la señal que te identifica?
Sabemos, Señor, que si no tenemos amor, nada somos. Que nunca nos falte en esta vida y que esta Pascua de Resurrección nos ayude a concretarlo.