Bienvenidos al Rincón de Juan, comentario del Evangelio del domingo 8 de junio.
Recibid el Espíritu Santo. Celebramos hoy la gran fiesta de Pentecostés, 50 días después de la Pascua, siete semanas después del corte de las primeras espigas, para celebrar la cosecha del trigo. El pueblo de Israel celebraba esta fiesta que luego fue dada este sentido religioso que nosotros, con la Pascua de Jesús, hemos reformulado, ¿verdad?
Tres Pascuas celebramos en el año litúrgico: la Pascua de la Encarnación (la Navidad), la Pascua de la Resurrección (el final de la Semana Santa), y la Pascua de Pentecostés, que es el envío del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es, quizá, el más difícil de comprender en nuestra fe —tengo yo la sensación— porque tiene distintas representaciones. Aparece a veces en las Escrituras como un temblor de tierra, otras como una suave brisa; en ocasiones, representado por la figura de una paloma, y en este caso, con llamas de fuego.
El fuego representa la energía, la fuerza; es el principio vital, la luz, el calor.
Si os fijáis, hay tres términos para designar al Espíritu: dos en griego y uno en hebreo, que nos ayudan a entender qué es el Espíritu.
Un término griego que hace referencia a la forma es “neuma” (aire). Neumatológico nos indica cómo es en esa forma.
La otra palabra griega es “paráclitos”, que nos indica qué hace. Paráclitos significa que está a nuestro lado, es decir, que es el defensor, el consejero, el animador.
Y la palabra hebrea es “ruaj”, que hace referencia al aliento de vida.
Entonces, ¿qué hace el Espíritu? Es aquel que, estando a nuestro lado, nos aconseja, nos defiende, nos anima, nos da esa fuerza vital. Y es lo que hoy recibimos en esta Pascua, en este paso de Dios de Pentecostés.
Recibimos este Espíritu Santo que ya lo hemos recibido en el bautismo, pero que se aviva en este final del tiempo de Pascua.
Dios Padre-Madre es el Creador. Jesucristo es el Mediador. Y el Espíritu Santo sería el Comunicador.
Aclarado un poco el término del Espíritu y lo que es esta fiesta, habría que preguntarse:
¿Qué nos enseña Pentecostés?
Bueno, si os fijáis en la primera lectura, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña que es necesaria la diversidad, porque es una riqueza: diversidad de lenguas, de razas y de culturas. Y todos se entendían, a pesar de ser diferentes.
Es el paso de la Torre de Babel (del Antiguo Testamento), símbolo del separatismo, de la independencia, de las exclusiones, del individualismo donde no hay entendimiento, a Pentecostés, donde, siendo distintos, sí se comunican, sí se entienden.
Porque la unidad no significa uniformidad —ya lo hemos dicho varias veces—.
Es la experiencia de la universalidad que une, no que divide.
Y eso es la Iglesia: una diversidad. Y eso es el mundo también: una diversidad.
La segunda lectura, la Primera Carta a los Corintios, nos habla de la fuerza y del éxito del trabajo en equipo.
Nos va a recordar San Pablo: diversidad de carismas, diversidad de ministerios, de dones, de cualidades, de psicologías, de mentalidades, de cosmovisiones, de sensibilidades, de formas de ver la vida…
Pero todos en un solo cuerpo, en un solo Señor.
De nuevo, esa diversidad es necesaria porque nos enriquece.
Y por último, fijaros cómo recibieron los apóstoles —en el Evangelio de hoy— al Espíritu Santo.
En primer lugar, estaban juntos, no estaban solos. No fue una experiencia aislada, no lo recibió cada uno en solitario.
En segundo lugar, los transformó.
Porque, de estar con miedo —la experiencia de estar encerrados por miedo a los judíos— pasaron a la paz.
De la pasividad de no hacer nada pasaron al envío, a trabajar, “id y anunciad”.
Y fueron capacitados con talentos, dones, para realizar su misión.
Por eso hoy celebramos el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica.
Es el día del laicado, el día de los seglares, el día de los laicos, con el lema para este año:
“Testigos de esperanza en el mundo”, con motivo del Jubileo.
Pues Señor, ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Feliz domingo de Pentecostés.