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Solidaridad

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ACLARANDO EL TERMINO «SOLIDARIDAD»

Solidario proviene de «solidus», moneda romana de oro, consolidada y no variable. La palabra solidaridad se refiere a una realidad firme y fuerte conseguida mediante el ensamblaje de seres diversos. También de la responsabilidad asumida in sólidum con otra persona o grupo. Las personas se unen porque tienen conciencia de ser personas, seres abiertos a los demás porque son seres de encuentro y no meros individuos aislados. \'\' De ahí que la solidaridad va unida con la responsabilidad, y ésta depende de la sensibilidad para los valores. Éstos no se imponen sino que atraen y piden ser realizados. La solidaridad sólo es posible entre personas que en su conciencia sienten la apelación de algo que vale la pena y apuestan por ello. De ahí que la solidaridad implique generosidad, desprendimiento, participación y fortaleza. Hoy, cuando tanto se habla de la necesidad de realizarse» y de ser auténticos, es hermoso saber que authentikós es el que tiene autoridad, y ésta deriva de augure, promocionar. Es decir que tiene autoridad sobre alguien el que lo promociona o promueve; por lo tanto, auténtico es el que tiene la riendas de su ser, posee iniciativa y no nos falla porque es coherente y nos enriquece con su modo de ser estable y sincero. Para poseer este tipo de soberanía, el hombre tiene que aceptarse a sí mismo con todo cuando implica; coger su vida como un don; recibir y asumir como propias una existencia y unas condiciones de vida que no ha elegido. Esta vida recibida hemos de aceptarla con todas sus implicaciones: la necesidad de configurarla por nuestra cuenta, orientarla hacia el ideal adecuado, crear vida de comunidad, realizar toda una serie de valores que nos instan a darles vida... Si respondemos a esta llamada de los valores nos hacemos responsables. Esto es vivir abierto generosamente a los demás en su afán de vivir en plenitud. Para los que hemos asumido el camino del voluntariado social, éste va más allá de la justicia: significa hacer propias las necesidades ajenas. Un voluntario social apuesta por el ejercicio libre, organizado y no remunerado de la solidaridad ciudadana. De ahí que su trabajo es en sí mismo precioso.
José Carlos García Fajardo, en Padres y Maestros nº 292

SER SOLIDARIO

Cuentan que una vez un maestro dijo a su discípulo: Existen cuatro tipos de personas: ♦El justo que habla diciendo: “lo que es mío, es mío; lo tuyo, tuyo” ♦El enamorado que exclama: “lo que es mío, es tuyo; lo tuyo es mío” ♦El egoísta que piensa: “lo tuyo es mío; lo mío es mío” ♦El santo que actúa: “lo que es mío es tuyo; lo tuyo, es tuyo” Si queremos ser solidarios tenemos que superar la actitud del justo. Lo que es mío tiene que estar a disposición de los demás: mis cosas, mi tiempo pueden ayudar a que otros crezcan, puede ayudarles a ser felices. Ser solidarios con los demás es compartir todo lo que tenemos. Soy solidario con mis compañeros cuando soy capaz de perder mi tiempo explicando lo que no en-tienden. Para construir la paz, cada día tenemos que invertir algo en solidaridad, sobre todo con los que tenemos a nuestro lado. ¿Cómo vamos a ser solidarios con los que ni siquiera conocemos si no somos solidarios con los que tenemos a nuestro lado? A lo largo de este curso seguro que has tenido más de una ocasión para poder ser solidarios con los que están a tu alrededor.

INSTRUMENTO SOLIDARIO

Señor, haz de mí un instrumento de tu solidaridad. Donde haya hambre, que yo regale tu pan y enseñe a conseguirlo honradamente. Donde haya enfermedad y falta de higiene, que yo promueva la sanidad. Donde haya niños desescolarizados, que yo busque los recursos necesarios. Donde no haya techos o estén rotos, que yo trabaje por viviendas dignas. Donde haya desaliento e inhibición, que yo fomente la participación y la esperanza. Donde haya desunión entre vecinos, que yo impulse la colaboración comunal. Haz que no busque mi vanidad, sino el bien de mis hermanos; que no trabaje por mi reconocimiento, sino por su desarrollo material y espiritual; que no promueva el agradecimiento hacia mí sino su dignidad; y que mi satisfacción consista en haber amado con obras. Gracias, Señor, porque cuanto más doy, más recibo; cuanto más trabajo, más ayudo; cuanto menos me busco a mí mismo, más eficaz soy; y cuanto más comparto con los pobres, más resucitas Tú en mí, porque Tú eres... «la Solidaridad».
En Homilética 2003/4

DECÁLOGO DE LAS MANOS SOLIDARIAS

1. Cuando nuestras manos se acerquen al pobre, al que sufre y espera, cuando lo toquen, háganlo con respeto, porque no tocan una cosa, uno un lugar sagrado, un sacramento doliente, dotado de eminente dignidad. 2. Las manos deben manifestar humildad y agradecimiento, porque no se sienten dignas de prestar ese servicio. Y deben pedir perdón por no haberlo hecho antes y porque no saben hacerlo bien. Naturalmente, nunca pedirán nada a cambio, ninguna ventaja material ni afectiva ni siguiera espiritual. Sería una profanación del amor, cuya única recompensa es poder amar. 3. Si quieres curar al pobre, déjate también curar por él, y así la caridad es compartida, con viaje de ida y vuelta. “Los pobres son médicos de nuestras llagas, y las manos que nos extienden son remedios que nos dan” (Fray Luis de Granada). 4. Que tus manos tengan oídos y ojos para que puedan ver y puedan oír; que puedan ver y oír todo lo que sufren, lo que esperan, y lo que verdaderamente necesitan las personas a quienes sirven. No vayas a hacer un servicio que no sirve para nada. Quizá el mejor servicio sea el de la presencia y la cercanía. Y mejor que dar cosas, dar capacidades y oportunidades. 5. Tiende tus manos al caído y levanta del polvo al marginado, que no se contente con las migajas de tu mesa, sino que pueda sentarse con dignidad a la mesa de la creación; pero lavándole antes los pies y las manos: siempre así, de abajo arriba, la mano fuerte y amiga. 6. Da la mano al pobre para acompañarle en su camino liberador, hasta que deje de ser pobre y dependietne, hasta que sea persona participativa y creativa. Es un camino largo, y que pasa siempre por la cruz. Porque “sin nuestro sufrimiento, nuestra tarea no diferiría de la asistencia social” (M TERESA de Calcuta). 7. No retrasen tus manos la ayuda, porque hace mucho que te esperan, porque “la hora de la acción ha sonado ya” (PABLO VI). Deprisa, “como quien corre a apagar un incendio” (S. VICENTE DE PAÚL). “Las obras de caridad son las únicas que no admiten demora. Nada se interponga entre tu propósito y su realización” (S. GREGORIO NACIANCENO) 8. Que tus manos se conviertan en oración y profecía. Oración, porque el sufrimiento es excesivo, nos supera. El voluntario cristiano “escucha los gemidos sin palabras de quienes han sido silenciados, y suma su clamor al lamento apagado de quienes sufren” (Reflexiones identidad Cáritas). Pero hay también profecía. Hemos de “denunciar de manera profética toda forma de pobreza y opresión” (Sínodo extraordinario de Obispos). Cada denuncia nos tiene que comprometer y nos tiene que doler. 9. Ofrece tus manos doloridas y acepta que puedan ser traspasadas, como las de nuestro Señor Jesucristo. La mejor respuesta al dolor es compartirlo, como hizo nuestro Señor Jesucristo (2Cor 8, 9). ¡Qué pronto se hace pobre el que ama! 10. Tus manos siempre unidas, no trabajen por su cuenta. Es el valor de la colaboración y la coordinación, es el sacramento de la comunidad y la comunión. Trabajando juntos, con las manos bien unidas, sus dedos bien coordinados, es como podemos abrirnos a los sueños y a la esperanza, que “en esperanza fuimos salvados” (Rm 8, 24). Lo nuestro es siempre una sementera, pero con semillas de Pascua.
RAFAEL PRIETO
    
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