-Soy lo más importante -dijo el fuego-; sin mí, todos morirían de frío. -Lo siento -intervino el agua-, pero lo más importante soy yo; sin mí todos moriría de sed. -No lo diréis en serio -replicó el aire-: ?o es que pretendéis compararos conmigo? Sin mí todos morirían asfixiados; más aún, ni siquiera podrían nacer. Entonces vieron que Dios pasaba en silencio por aquel lugar. Y desde aquel momento, ni el agua, ni el fuego ni el aire han vuelto a pronunciar una palabra.
Sábado de la XV Semana del Tiempo Ordinario
Mt 12, 14-21. Les mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta.