El Abad había pasado la tarde con los novicios. Antes de retirarse a su celda, les dijo deteniendo el paso un momento: -Ahora vamos a rezar. Cada uno de vosotros hará una oración que tenga como máximo una palabra. Luego, escucharemos el silencio. Los novicios comenzaron a orar: -Oh -Señor -Dios -Padre -Luz -Fuego -Amor -Justicia -Fuente -Alegría -Paz (Y se hizo un largo silencio). -Amén -concluyó el Abad, fiel a la consigna que él mismo había dado. Antes de despedirse, uno de los novicios preguntó ingenuamente al Abad: -¿Cuál es la mejor de todas estas plegarias? -Todas -respondió el Abad-, porque todas tienen raíz, y la raíz es la misma. -Pero, ¿y si tuviera que elegir una? -Hoy me quedaría con la primera ("?Oh!"). En dos letras -¡y una de ellas muda!- expresa más de lo que podríamos pensar. Y haciendo un gesto amable de despedida, terminó: -Sólo la supera el silencio.
San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia
Lc 4, 38-44. Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado.