Mensaje de Benedicto XVI para la celebración de la jornada mundial de la paz

13 de diciembre de 2006
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MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1de enero de 2007

 

La persona humana,corazón de la paz

1. Al comienzo del nuevo año, quiero hacer llegar a losgobernantes y a los responsables de las naciones, así como atodos los hombres y mujeres de buena voluntad, mis deseos de paz. Losdirijo en particular a todos los que están probados por eldolor y el sufrimiento, a los que viven bajo la amenaza de la violenciay la fuerza de las armas o que, agraviados en su dignidad, esperan ensu rescate humano y social. Los dirijo a los niños, que consu inocencia enriquecen de bondad y esperanza a la humanidad y, con sudolor, nos impulsan a todos trabajar por la justicia y la paz.

Pensando precisamente en losniños, especialmente en los que tienen su futurocomprometido por la explotación y la maldad de adultos sinescrúpulos, he querido que, con ocasión delDía Mundial de la Paz, la atención de todos secentre en el tema: La persona humana, corazón dela paz. En efecto, estoy convencido de que respetando a lapersona se promueve la paz, y que construyendo la paz se ponen lasbases para un auténtico humanismo integral. Asíes como se prepara un futuro sereno para las nuevas generaciones.

La persona humana y lapaz: don y tarea

2. La Sagrada Escritura dice:«Dios creó el hombre a su imagen; a imagen de Dioslo creó; hombre y mujer los creó» (Gn1,27). Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humanotiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sinoalguien, capaz de conocerse, de poseerse, de entregarse libremente y deentrar en comunión con otras personas. Al mismo tiempo, porla gracia, está llamado a una alianza con su Creador, aofrecerle una respuesta de fe y amor que nadie más puede daren su lugar.[1]En esta perspectiva admirable, se comprende la tarea que se ha confiadoal ser humano de madurar en su capacidad de amor y de hacer progresarel mundo, renovándolo en la justicia y en la paz. SanAgustín enseña con una elocuentesíntesis: « Dios, que nos ha creado sin nosotros,no ha querido salvarnos sin nosotros ».[2] Por tanto, espreciso que todos los seres humanos cultiven la conciencia delos dos aspectos, del don y de la tarea.

3. También la paz esal mismo tiempo un don y una tarea. Si bien es verdad que lapaz entre los individuos y los pueblos, la capacidad de vivir unos conotros, estableciendo relaciones de justicia y solidaridad, supone uncompromiso permanente, también es verdad, y lo esmás aún, que la paz es un don de Dios.En efecto, la paz es una característica del obrar divino,que se manifiesta tanto en la creación de un universoordenado y armonioso como en la redención de la humanidad,que necesita ser rescatada del desorden del pecado. Creacióny Redención muestran, pues, la clave de lectura queintroduce a la comprensión del sentido de nuestra existenciasobre la tierra. Mi venerado predecesor Juan Pablo II,dirigiéndose ala Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de octubre de1995, dijo que nosotros «no vivimos en un mundo irracional osin sentido […], hay una lógica moral que ilumina laexistencia humana y hace posible el diálogo entre loshombres y entre los pueblos ».[3] La“gramática” trascendente, es decir, elconjunto de reglas de actuación individual y derelación entre las personas en justicia y solidaridad,está inscrita en las conciencias, en las que se refleja elsabio proyecto de Dios. Como he querido reafirmar recientemente,«creemos que en el origen está el Verbo eterno, laRazón y no la Irracionalidad».[4] Por tanto, lapaz es también una tarea que a cada uno exige una respuestapersonal coherente con el plan divino. El criterio en el que debeinspirarse dicha respuesta no puede ser otro que el respeto dela “gramática” escrita en elcorazón del hombre por su divino Creador.

En esta perspectiva, las normas delderecho natural no han de considerarse como directrices que se imponendesde fuera, como si coartaran la libertad del hombre. Por elcontrario, deben ser acogidas como una llamada a llevar a cabofielmente el proyecto divino universal inscrito en la naturaleza delser humano. Guiados por estas normas, los pueblos —en susrespectivas culturas— pueden acercarse así almisterio más grande, que es el misterio de Dios. Por tanto,el reconocimiento y el respeto de la ley natural son tambiénhoy la gran base para el diálogo entre los creyentes de lasdiversas religiones, así como entre los creyentes e inclusolos no creyentes. Éste es un gran punto de encuentro y, portanto, un presupuesto fundamental para una paz auténtica.

El derecho a la vida y ala libertad religiosa

4. El deber de respetar la dignidad decada ser humano, en el cual se refleja la imagen del Creador, comportacomo consecuencia que no se puede disponer libremente de lapersona. Quien tiene mayor poder político,tecnológico o económico, no puede aprovecharlopara violar los derechos de los otros menos afortunados. En efecto, lapaz se basa en el respeto de todos. Consciente de ello, la Iglesia sehace pregonera de los derechos fundamentales de cada persona. Enparticular, reivindica el respeto de la vida y lalibertad religiosa de todos. El respeto del derecho a la vidaen todas sus fases establece un punto firme de importancia decisiva:la vida es un don que el sujeto no tiene a su enteradisposición. Igualmente, la afirmacióndel derecho a la libertad religiosa pone de manifiesto larelación del ser humano con un Principio trascendente, quelo sustrae a la arbitrariedad del hombre mismo. El derecho ala vida y a la libre expresión de la propia fe en Dios noestán sometidos al poder del hombre. La paz necesita que seestablezca un límite claro entre lo que es y no es disponible:así se evitarán intromisiones inaceptables en esepatrimonio de valores que es propio del hombre como tal.

5. Por lo que se refiere alderecho a la vida, es preciso denunciar el estrago que sehace de ella en nuestra sociedad: además de lasvíctimas de los conflictos armados, del terrorismo y dediversas formas de violencia, hay muertes silenciosas provocadas por elhambre, el aborto, la experimentación sobre los embriones yla eutanasia. ¿Cómo no ver en todo esto unatentado a la paz? El aborto y la experimentación sobre losembriones son una negación directa de la actitud de acogidadel otro, indispensable para establecer relaciones de paz duraderas.Respecto a la libre expresión de la propia fe,hay un síntoma preocupante de falta de paz en el mundo, quese manifiesta en las dificultades que tanto los cristianos como losseguidores de otras religiones encuentran a menudo para profesarpública y libremente sus propias convicciones religiosas.

Hablando en particular de los cristianos,debo notar con dolor que a veces no sólo se ven impedidos,sino que en algunos Estados son incluso perseguidos, y recientemente sehan debido constatar también trágicos episodiosde feroz violencia. Hay regímenes que imponen a todos unaúnica religión, mientras que otrosregímenes indiferentes alimentan no tanto unapersecución violenta, sino un escarnio culturalsistemático respecto a las creencias religiosas. En todocaso, no se respeta un derecho humano fundamental, con gravesrepercusiones para la convivencia pacífica. Esto promuevenecesariamente una mentalidad y una cultura negativa para lapaz.

La igualdad denaturaleza de todas las personas

6. En el origen de frecuentes tensionesque amenazan la paz se encuentran seguramente muchasdesigualdades injustas que, trágicamente, haytodavía en el mundo. Entre ellas son particularmenteinsidiosas, por un lado, las desigualdades en el acceso abienes esenciales como la comida, el agua, la casa o lasalud; por otro, las persistentes desigualdades entre hombre ymujer en el ejercicio de los derechos humanos fundamentales.

Un elemento de importancia primordial parala construcción de la paz es el reconocimiento de laigualdad esencial entre las personas humanas, que nace de sumisma dignidad trascendente. En este sentido, la igualdad es, pues, unbien de todos, inscrito en esa“gramática” natural que se desprende delproyecto divino de la creación; un bien que no se puededesatender ni despreciar sin provocar graves consecuencias que ponen enpeligro la paz. Las gravísimas carencias que sufren muchaspoblaciones, especialmente del Continente africano, están enel origen de reivindicaciones violentas y son por tanto una tremendaherida infligida a la paz.

7. La insuficienteconsideración de la condición femeninaprovoca también factores de inestabilidad en el ordensocial. Pienso en la explotación de mujeres tratadas comoobjetos y en tantas formas de falta de respeto a su dignidad; piensoigualmente —en un contexto diverso— en lasconcepciones antropológicas persistentes en algunasculturas, que todavía asignan a la mujer un papel de gransumisión al arbitrio del hombre, con consecuencias ofensivasa su dignidad de persona y al ejercicio de las libertades fundamentalesmismas. No se puede caer en la ilusión de que la pazestá asegurada mientras no se superen tambiénestas formas de discriminación, que laceran la dignidadpersonal inscrita por el Creador en cada ser humano.[5]

La ecologíade la paz

8. Juan Pablo II, en su CartaencíclicaCentesimusannus, escribe: « No sólo latierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetandola intención originaria de que es un bien, segúnla cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismoun don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural ymoral de la que ha sido dotado ».[6] Respondiendo aeste don que el Creador le ha confiado, el hombre, junto con sussemejantes, puede dar vida a un mundo de paz. Así, pues,además de la ecología de la naturaleza hay unaecología que podemos llamar « humana »,y que a su vez requiere una « ecología social». Esto comporta que la humanidad, si tiene verdaderointerés por la paz, debe tener siempre presente lainterrelación entre la ecología natural, es decirel respeto por la naturaleza, y la ecología humana. Laexperiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con elmedio ambiente conlleva daños a la convivencia humana,y viceversa. Cada vez se ve más claramente un nexoinseparable entre la paz con la creación y la paz entre loshombres. Una y otra presuponen la paz con Dios. La poéticaoración de San Francisco conocida como el“Cántico del Hermano Sol”, es unadmirable ejemplo, siempre actual, de esta multiformeecología de la paz.

9. El problema cada díamás grave del abastecimiento energéticonos ayuda a comprender la fuerte relación entre una y otraecología. En estos años, nuevas naciones hanentrado con pujanza en la producción industrial,incrementando las necesidades energéticas. Esoestá provocando una competitividad ante los recursosdisponibles sin parangón con situaciones precedentes.Mientras tanto, en algunas regiones del planeta se viven aúncondiciones de gran atraso, en las que el desarrollo estáprácticamente bloqueado, motivado también por lasubida de los precios de la energía.¿Qué será de esas poblaciones?¿Qué género de desarrollo, o de nodesarrollo, les impondrá la escasez de abastecimientoenergético? ¿Qué injusticias yantagonismos provocará la carrera a las fuentes deenergía? Y ¿cómoreaccionarán los excluidos de esta competición?Son preguntas que evidencian cómo el respeto por lanaturaleza está vinculado estrechamente con la necesidad deestablecer entre los hombres y las naciones relaciones atentas a ladignidad de la persona y capaces de satisfacer susauténticas necesidades. La destrucción delambiente, su uso impropio o egoísta y el acaparamientoviolento de los recursos de la tierra, generan fricciones, conflictos yguerras, precisamente porque son fruto de un concepto inhumano dedesarrollo. En efecto, un desarrollo que se limitara al aspectotécnico y económico, descuidando ladimensión moral y religiosa, no sería undesarrollo humano integral y, al ser unilateral, terminaríafomentando la capacidad destructiva del hombre.

Concepcionesrestrictivas del hombre

10. Es apremiante, pues, incluso en elmarco de las dificultades y tensiones internacionales actuales, elesfuerzo por abrir paso a una ecología humana quefavorezca el crecimiento del « árbol de la paz». Para acometer una empresa como ésta,es preciso dejarse guiar por una visión de la persona noviciada por prejuicios ideológicos y culturales, o interesespolíticos y económicos, que inciten al odio y ala violencia. Es comprensible que la visión del hombrevaríe en las diversas culturas. Lo que no es admisible esque se promuevan concepciones antropológicasque conlleven el germen de la contraposición y la violencia.Son igualmente inaceptables las concepciones de Dios queimpulsen a la intolerancia ante nuestros semejantes y el recurso a laviolencia contra ellos. Éste es un punto que se ha dereafirmar con claridad: nunca es aceptable una guerra ennombre de Dios. Cuando una cierta concepción deDios da origen a hechos criminales, es señal de que dichaconcepción se ha convertido ya en ideología.

11. Pero hoy la paz peligra nosólo por el conflicto entre las concepciones restrictivasdel hombre, o sea, entre las ideologías. Peligratambién por la indiferencia ante lo que constituyela verdadera naturaleza del hombre. En efecto, son muchos ennuestros tiempos los que niegan la existencia de una naturaleza humanaespecífica, haciendo así posible lasmás extravagantes interpretaciones de las dimensionesconstitutivas esenciales del ser humano. También en esto senecesita claridad: una consideración“débil” de la persona, que dépie a cualquier concepción, incluso excéntrica,sólo en apariencia favorece la paz. En realidad, impide eldiálogo auténtico y abre las puertas a laintervención de imposiciones autoritarias, terminandoasí por dejar indefensa a la persona misma y, enconsecuencia, presa fácil de la opresión y laviolencia.

Derechos humanos yOrganizaciones internacionales

12. Una paz estable y verdadera presuponeel respeto de los derechos del hombre. Pero si éstos sebasan en una concepción débil de la persona,¿cómo evitar que se debiliten tambiénellos mismos? Se pone así de manifiesto la profundainsuficiencia de una concepción relativista de lapersona cuando se trata de justificar y defender susderechos. La aporía es patente en este caso: los derechos seproponen como absolutos, pero el fundamento que se aduce para ello essólo relativo. ¿Por qué sorprendersecuando, ante las exigencias “incómodas”que impone uno u otro derecho, alguien se atreviera a negarlo odecidera relegarlo? Sólo si están arraigados enbases objetivas de la naturaleza que el Creador ha dado al hombre, losderechos que se le han atribuido pueden ser afirmados sin temor de serdesmentidos. Por lo demás, es patente que los derechos delhombre implican a su vez deberes. A este respecto, biendecía el mahatma Gandhi: «El Ganges de los derechosdesciende del Himalaya de los deberes». Únicamenteaclarando estos presupuestos de fondo, los derechos humanos, sometidoshoy a continuos ataques, pueden ser defendidos adecuadamente. Sin estaaclaración, se termina por usar la expresiónmisma de « derechos humanos », sobrentendiendosujetos muy diversos entre sí: para algunos, serála persona humana caracterizada por una dignidad permanente y porderechos siempre válidos, para todos y en cualquier lugar;para otros, una persona con dignidad versátil y con derechossiempre negociables, tanto en los contenidos como en el tiempo y en elespacio.

13. Los Organismos internacionales serefieren continuamente a la tutela de los derechos humanos y, enparticular, lo hace la Organización de las Naciones Unidasque, con la Declaración Universal de 1948, se ha propuestocomo tarea fundamental la promoción de los derechos delhombre. Se considera dicha Declaración como una forma decompromiso moral asumido por la humanidad entera. Estomanifiesta una profunda verdad sobre todo si se entienden los derechosdescritos en la Declaración no simplemente como fundados enla decisión de la asamblea que los ha aprobado, sino en lanaturaleza misma del hombre y en su dignidad inalienable de personacreada por Dios. Por tanto, es importante que los Organismosinternacionales no pierdan de vista el fundamento natural de losderechos del hombre. Eso los pondría a salvo del riesgo, pordesgracia siempre al acecho, de ir cayendo hacia unainterpretación meramente positivista de los mismos. Si estoocurriera, los Organismos internacionales perderían laautoridad necesaria para desempeñar el papel de defensoresde los derechos fundamentales de la persona y de los pueblos, que es lajustificación principal de su propia existencia yactuación.

Derecho internacionalhumanitario y derecho interno de los Estados

14. A partir de la convicciónde que existen derechos humanos inalienables vinculados a la naturalezacomún de los hombres, se ha elaborado un derechointernacional humanitario, a cuya observancia se hancomprometido los Estados, incluso en caso de guerra. Lamentablemente, ydejando aparte el pasado, este derecho no ha sido aplicadocoherentemente en algunas situaciones bélicas recientes.Así ha ocurrido, por ejemplo, en el conflicto que hace mesesha tenido como escenario el Sur del Líbano, en el que se hadesatendido en buena parte la obligación de proteger yayudar a las víctimas inocentes, y de no implicar a lapoblación civil. El doloroso caso del Líbano y lanueva configuración de los conflictos, sobre todo desde quela amenaza terrorista ha actuado con formasinéditas de violencia, exigen que la comunidadinternacional corrobore el derecho internacional humanitario y loaplique en todas las situaciones actuales de conflicto armado,incluidas las que no están previstas por el derechointernacional vigente. Además, la plaga del terrorismoreclama una reflexión profunda sobre los límiteséticos implicados en el uso de los instrumentos modernos dela seguridad nacional. En efecto, cada vez másfrecuentemente los conflictos no son declarados, sobre todo cuando losdesencadenan grupos terroristas decididos a alcanzar por cualquiermedio sus objetivos. Ante los hechos sobrecogedores de estosúltimos años, los Estados deben percibir lanecesidad de establecer reglas más claras, capaces decontrastar eficazmente la dramáticadesorientación que se está dando. La guerra essiempre un fracaso para la comunidad internacional y una granpérdida para la humanidad. Y cuando, a pesar de todo, sellega a ella, hay que salvaguardar al menos los principios esencialesde humanidad y los valores que fundamentan toda convivencia civil,estableciendo normas de comportamiento que limiten lo másposible sus daños y ayuden a aliviar el sufrimiento de losciviles y de todas las víctimas de los conflictos.[7]

15. Otro elemento que suscita graninquietud es la voluntad, manifestada recientemente por algunosEstados, de poseer armas nucleares. Esto haacentuado ulteriormente el clima difuso de incertidumbre y de temorante una posible catástrofe atómica. Es algo quehace pensar de nuevo en los tiempos pasados, en las ansias abrumadorasdel período de la llamada “guerrafría”. Se esperaba que, después deella, el peligro atómico habría pasadodefinitivamente y que la humanidad podría por fin dar unsuspiro de sosiego duradero. A este respecto, qué actualparece la exhortación del Concilio EcuménicoVaticano II: «Toda acción bélica quetiende indiscriminadamente a la destrucción de ciudadesenteras o de amplias regiones con sus habitantes es un crimen contraDios y contra el hombre mismo que hay que condenar con firmeza y sinvacilaciones».[8] Lamentablemente, en el horizonte dela humanidad siguen formándose nubes amenazadoras. Lavía para asegurar un futuro de paz para todos consiste nosólo en los acuerdos internacionales para la noproliferación de armas nucleares, sinotambién en el compromiso de intentar condeterminación su disminución y desmantelamientodefinitivo. Ninguna tentativa puede dejarse de lado para lograr estosobjetivos mediante la negociación.¡Está en juego la suerte de toda la familia humana!

La Iglesia, tutela de latrascendencia de la persona humana

16. Deseo, por fin, dirigir un llamamientoapremiante al Pueblo de Dios, para que todo cristiano se sientacomprometido a ser un trabajador incansable en favor de la paz y unvaliente defensor de la dignidad de la persona humana y de sus derechosinalienables. El cristiano, dando gracias a Dios por haberlo llamado apertenecer a su Iglesia, que es « signo y salvaguardia de latrascendencia de la persona humana » [9] en el mundo,no se cansará de implorarle el bien fundamental de la paz,tan importante en la vida de cada uno. Sentirátambién la satisfacción de servir con generosadedicación a la causa de la paz, ayudando a los hermanos,especialmente a aquéllos que, además de sufrirprivaciones y pobreza, carecen también de este preciosobien. Jesús nos ha revelado que «Dios esamor» (1 Jn 4,8), y que lavocación más grande de cada persona es el amor.En Cristo podemos encontrar las razones supremas para hacernos firmesdefensores de la dignidad humana y audaces constructores de la paz.

17. Así pues, que nunca faltela aportación de todo creyente a la promoción deun verdadero humanismo integral, segúnlas enseñanzas de las Cartas encíclicasPopulorumprogressio ySollicitudorei socialis, de las que nos preparamos a celebrareste año precisamente el 40 y el 20 aniversario. Al comienzodel año 2007, al que nos asomamos —aun entrepeligros y problemas— con el corazón lleno deesperanza, confío mi constante oración por todala humanidad a la Reina de la Paz, Madre de Jesucristo, «nuestra paz » (Ef 2,14). QueMaría nos enseñe en su Hijo el camino de la paz,e ilumine nuestros ojos para que sepan reconocer su Rostro en el rostrode cada persona humana, corazón de la paz.

Vaticano, 8 de diciembre de 2006.

BENEDICTUS PP XVI


Notas

[1] Cf. Catecismode la Iglesia Católica, 357.

[2] Sermo 169, 11,13: PL 38, 923.

[3] N. 3.

[4]Homilíaen la explanada de Isling de Ratisbona (12septiembre 2006).

[5] Cf. Congr. para la Doctrina de la Fe,Cartaa los obispos de la Iglesia católica sobre lacolaboración del hombre y de la mujer en la Iglesia y en elmundo (31 mayo 2004), 15-16.

[6] N. 38.

[7] A este respecto, el Catecismode la Iglesia Católica ha impartido unoscriterios muy severos y precisos: cf. nn. 2307-2317.

[8] Const. past.Gaudiumet spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 80.

[9] Ibíd.,76.

 

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