La oración somo salud y equilibrio.

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Nuestros años generativos son un maratón, no una carrera de velocidad, por eso de hace díficil mantener siempre la amabilidad, la generosidad y la paciencia en medio del cansancio, las pruebas y las tentaciones que nos acosan a través de los años de nuestra vida adulta.  Si pretendemos hacer todo por nuestra propia cuenta, confiando unicamente en nuestra voluntad, nos cansamos, nos desgastamos y ponemos en peligro nuestra maduréz y también nuestro discipulado.  Necesitamos ayuda algún lugar más allá de los meros apoyos humanos que apenas nos ayudan a mantenernos.  Necesitamos la ayuda de Dios, la fuerza de algo más allá de lo meramete humano.  Necesitamos la oración.

Sin embargo, con mucha frecuencia pensamos en  esto en términos pramente piadosos y no demasiado realistas.  Pocas veces nos damos cuenta que la oración es realmente una cuestión de vida o muerte para nosotros.  Debemos orar no porque Dios necesite que oremos, sino porque si no oramos nunca encontraremos estabilidad en nuestras vidas.  En pocas palabras, sin la oración siempre estaremos demasiado llenos de nosotros mismos o demasiado vacíos de energía, inflados o deprimidos. ¿Por qué?  ¿Cuál es la anatomía de esto?

La oración, tal como se entiende en las mejores tradiciones, la Cristiana y en otras, pretende hacer dos cosas por nosotros, y ambas al mismo tiempo: La oración tiene el propósito de conectarnos con la energía divina, y al mismo tiempo nos hace conscientes de que ésta energía no es nuestra, que viene de otro lugar, y que nunca debemos confundirnos con ella.  La oración genuina, en efecto, nos llena de energía divina y nos dice al mismo tiempo que esta energía no es la nuestra, trabaja a través de nosotros, y sin embargo no somos nosotros. Para tener salud, necesitamos ambas cosas: Si perdemos la conexión con la energía divina se pierde nuestra energía, nos deprimimos, y nos sentimos vacíos.  Por el contrario, si dejamos correr este flujo de energía divina en nosotros, y nos confudimos con ésta, pensando que de alguna manera es nuestra, nos volvemos orgullosos,  inflados de engreimiento y arrogancia, y nos convertimos en egoístas y destructivos.

Robert Moore ofrece una imagen muy útil para ilustrar esto, la de un pequeño avión de combate que tiene que rellenar sus depositos de combustible durante el vuelo.  Todos hemos visto imágenes de vídeo de un pequeño avión de combate que se llena de combustible mientras esta en el aire.   Pasando por encima está la nave nodriza con una gran reserva de combustible.  El pequeño avión tiene que volar lo suficientemente cerca de la nace nodriza de modo que una manguera de ésta se pueda conectar con él, para volver a llenar sus tanques de combustible.  Si no puede conectarse se queda sin combustible y se estrella.  Por el contrario, si va directamente contra la madre aeroplano, choca con esta y arde en llamas.

Pocas imágenes capturan tan astutamente la importancia de la oración en nuestras vidas.  Sin la oración, siempre nos encontraremos vacilando entre el estar demasiado vacíos de energía o demasiado llenos de nosotros mismos. Si no nos conectamos con la energía divina nos quedaremos sin gasolina.  Si nos conectamos con la energía divina, y sin embargo nos identificamos con ésta, nos destruiremos a nosotros mismos.

La oración profunda es lo que nos da energía y nos motiva, ambas al mismo tiempo.  Vemos esto, por ejemplo, en una persona como la Madre Teresa, que estaba llena de una energía creativa y sin embargo siempre tubo muy claro que esta energía no procedía de ella, sino de Dios, y ella no era más que un instrumento humilde.  La falta de la verdadera oración provoca, para la madre teresa dos tipos de contradicciones: Por un lado, con un talento maravilloso y enérgico crea una persona llena de energía creativa, pero también llena de grandiosidad y de ego, lo que, por otro lado, hace que la persona se sienta vacía y desinflada, y no pueda emitir ninguna energía positiva.  Sin la oración siempre se estará pendulando entre la grandiosidad y la depresión.

Por lo tanto, a menos que tenga verdadera oración en tu vida, si soy sensible, haré algo más que vivir habitualmente dentro de una cierta depresión, temeroso de que el acceso real a mis energías y el actuar sobre ellas, llevará a otros a pensar que estoy lleno de mí mismo. Mi sensibilidad no permitirá eso, y así enterraré muchas de mis mejores energías con la premisa inconsciente de que es mejor  estar deprimido que ser acusado de ser un egoísta.  Sin embargo, el mismo Jesús, en su parábola de los talentos, nos advierte fuertemente sobre el precio que hay que pagar al enterrar nuestros propios talentos, es decir, el vacío, la ira y la falta de encanto en nuestras vidas.  Muchas veces, si revisamos los que hay debajo de nuestros enojos y celos, encontraremos allí un talento enterrado que es amargo porque se ha escondido.  La virtud a costa de reprimir nuestras energías conduce a la amargura.

Por el contrario, si no me importa si la gente me cree un egoísta y no tengo verdadera oración en mi vida, voy a dejar que el flujo de  energía divina corra libremente a través de mí, sin embargo me voy a identificar con ellas como si fueran mías, mis talentos, mis dones, y voy a terminar lleno de ego y pomposidad, y haciendo que aquellos que me rodean desearan que estuviera ¡deprimido!

Sin la oración siempre estaremos demasiado vacíos de energía o demasiado llenos de nosotros mismos.