Evangelio Seglar para el Domingo de la Exaltación de la Santa Cruz – 14 de septiembre de 2025

14 de septiembre de 2025

PRIMER PASO: LECTIO

¿Qué dice el texto?

Lectura del santo evangelio según Juan 3,13-17

Tiene que ser elevado el Hijo del hombre

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

NOTAS BÍBLICAS

Jesús está respondiendo a Nicodemo, que no ve cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo.

En este trozo de su contestación, Jesús se presenta como el Mesías/Ungido/Enviado del Padre: «el que bajó del cielo».

Su misión es salvar la humanidad, que aquí es llamada «mundo», sin el significado negativo que tiene en otros lugares de este evangelio. Esa misión implica la Cruz, cuya exaltación celebramos hoy.

Jesús habla de un modo que identifica su crucifixión con su éxito, llamando a ambas cosas «ser levantado»: el alzar de la cruz y el alzar del éxito de su misión.

Lo asemeja a cuando Moisés levantó una serpiente de cobre en el desierto de modo que todo el que recibía una mordedura mortal de serpiente, al mirar la de cobre quedaban curado (acontecimiento que se proclama en la primera lectura de esta fiesta).

Lo mismo pasa con la cruz: salva al que se adhiere a ella. Para ser salvado es imprescindible creer en Él, que en este evangelio significa estar de parte de Jesús.

El Enviado no condena a nadie. Jesús se presenta como un don del Padre a la humanidad, regalo debido al amor que tiene al «mundo».

SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE LA FAMILIA
(Hombre, casado, 3 hijos, pertenece a comunidad cristiana y Movimiento Laical)

Hoy Jesús nos vuelve a subrayar cual es el único camino hacia el cielo. El cielo, la salvación, la vida eterna es nuestra meta. El ser humano busca la felicidad plena. Pero si somos sinceros, quisiéramos llegar a ella por una vía fácil, amplia, cómoda. Eso de la Cruz no nos hace ninguna gracia.

Últimamente se considera que la familia debiera ser como el remanso íntimo de relajación y paz contrapuesto a la atareada vida social. Pues Jesús no pone otro camino para la salvación de la familia, nada más que la Cruz. Quisiéramos no tener que callarnos, no tener que ceder, que nos dieran la razón en todo, hacer lo que nos diera la gana en cada momento.

Él ha venido para que nos salvemos. Sabemos cuál es el camino, la decisión es nuestra.

DESDE LA JUSTICIA (Desde el trabajo)
(Hombre, separado, 4 hijos, pertenece a comunidad eclesial)

Ineludiblemente el evangelio de este domingo nos llama, nos convoca, nos invita … a la fe. Y al mismo tiempo que uno se atreve a ese «creer», a ese «querer creer»… se encuentra con alivio, con esperanza, con serenidad, con descanso. Porque esta contundente y directa Palabra, sobre todo, nos mueve a confiar en Dios, en su Verbo. «Confía», confía en su amor demostrado con la entrega de su propio hijo. Confía en que es Dios con su amor y misericordia quien salva y quien propicia nuestra salvación.

Nos resulta fácil eso de caer en «juicios», en «condenas». Es frecuente dejarnos llevar por la soberbia de pensar y creer que nosotros nos salvamos, que incluso nuestro camino es el de la salvación, y hasta nos atrevemos a identificar a «perdidos». En cuatro líneas el Evangelio nos sacude la salvación que viene de Dios, el amor de Dios por nosotros en forma de Hijo entregado por ella.

Y entonces en las preocupaciones de «hacer», de «creernos», de atormentarnos con nuestros «tenemos que» o nuestros afanes de conseguir o nuestras tribulaciones por lo que nos falta o se nos escapa… Dios agita la bandera de la fe y del amor y muestra pruebas incontestables de los «motivos» para creer, para esperar en Él.

«Confía, hijo, confía»… esa es la experiencia diaria a la que nos invita la Palabra, y en particular esta Palabra que a mí me resuena entre agobios, quehaceres, objetivos, temores, necesidades…

DESDE LA EXPERIENCIA MISIONERA
(Mujer, soltera, trabaja, pertenece a comunidad eclesial y movimiento seglar)

En muchos lugares de Latinoamérica se celebra especialmente la fiesta de la Exaltación de la cruz: se celebran misas de salud, y el pueblo hace procesiones con bailes y fiestas al Señor de la Cruz.

El evangelio de hoy me recuerda el sentido más glorioso y festivo de la cruz, esa cruz que tantas veces he llevado en el pecho, de madera, de cerámica, ahora la de mi abuela: esa cruz que nos salva. Ese Dios Padre, el Tatay, el Señor, que se hace hijo y nos regala su vida; esa cruz que no es condena sino salvación. Cuando vives en clave misionera, sea allá o acá, la perspectiva cambia, lo que nos puede parecer mala suerte, o una injusticia terrible, y que muchas veces lo es, se vive en clave de agradecimiento, de disfrute, de confianza y sobre todo, en este año jubilar, de esperanza, porque hay un Dios Padre que, lejos de ponerse a impartir justicia desde el sentido tantas veces vengativo de los hombres, baja al mundo, para hacerse uno con nosotros, para regalarnos la fe y que esta fe sea el trampolín definitivo para llegar a la vida eterna, a la plenitud que yo imagino como una largo abrazo con Dios. Ante ese amor, como no aceptar el mandato misionero de ir a anunciar a todos esta inmensa alegría y tratar de “perder” un poquito la vida como él.

TERCER PASO: ORATIO

¿Qué nos hace decir el texto?
(Hombre, casado, trabaja, pertenece a movimiento cristiano)

PARA QUE EL MUNDO SE SALVE POR ÉL

Señor Jesús,
¿qué es la salvación?
¿cómo nos salvas?
¿cómo estar seguros?
¿cómo reconocer la verdad de tu salvación en nuestras vidas?
¿cómo nos llega la salvación?
¿cómo conseguir que no nos devoren las dudas?
¿qué mejoras en nosotros?
¿dónde y cómo verificar tu salvación?
¿cómo nos iluminas?
¿cómo alcanzar la certeza de la fe?
¿cómo crecer en la fe?
¿cómo enraizarnos en la confianza última de la esperanza?
¿cómo saber si es suficiente lo que creemos creer?
¿cómo reconocer las fuentes de la fe?

Danos maestros de la fe.
Danos maestros del crecimiento en la fe.
Danos compañeros que nos ayuden a creer.
Danos palabras poderosas para expresar lo que nos pasa en nuestra vida de fe.
Danos palabras verdaderas que expresen de verdad la autenticidad personal de nuestra vida de fe.
Danos palabras fiables que digan de verdad lo que de verdad somos y nos pasa.

Danos el poder silenciarnos en paz ante tu presencia.
Danos el poder de silenciarnos para que te transparentes.
Danos el poder de silenciarnos para que te intuyamos en lo mejor de nuestro interior.

Ábrenos el entendimiento.
Ábrenos la mirada.
Ábrenos el corazón.

Danos capacidad de comunión
para entrar en el dinamismo
del poder de la fe
de tantos y tantos
que nos han precedido
y conviven con nosotros
en estos tiempos
tan extraños,
tan intimidantes,
tan convulsos.
¡Ayúdame!

CUARTO PASO: CONTEMPLATIO

¿Quién dice el texto?

(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es)

ÚLTIMO PASO: ACTIO

¿A qué nos lleva el texto?

(Hombre, 3 hijos, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)

Este domingo es el día de la exaltación de la Cruz. En un mundo que trata de esconder todo aquello que resulta desagradable a la vista, que esconde la miseria y el dolor porque no están de moda, los cristianos no podemos dejar de poner en relieve el valor de la Cruz, que no es ni más ni menos que el gran proyecto de vida de Jesús, abrazar la Cruz para, amándonos hasta el extremo, muriendo en ella, darnos la salvación.

Él bajó del cielo a abrirnos los ojos a la Eternidad. Lavó con sangre nuestra condición frágil, fue quien nos amó hasta la muerte de verdad. Jesús nos abrazó, y con eso consiguió que el peso de la cruz de cada uno fuera más liviano, se convirtiera en un peso ligero si se lleva con Él. Es como si, al sumar las dos miradas, la nuestra y la de Jesús y agarrar la cruz de cada día, aquella que en ocasiones casi nos ahoga, el corazón se hace grande en su dolor, se transforma en una fuente de Vida capaz de cambiarlo todo .

Pidámosle al Padre que nos conceda amarlo así, haciendo nuestro ese proyecto de vida, intentar hacer de cada dolor, de cada cruz un acto de amor inmenso para con el Señor, aceptando y ofreciendo cada dolor por amor a los demás.

Y esto hacerlo con tres premisas:

Siempre. Sea cual sea ese dolor, físico, psíquico, esperado o inesperado, más grande o más pequeño.
Enseguida: No esperar a mañana, ya, en el momento.
Con alegría: si no lo hacemos así es porque no nos hemos unido de verdad al dolor de Jesús. El ofrecerlo por los demás, nos debe causar esa alegría interior que puede que no se refleje en algunos momentos externamente porque el dolor nos oprime, pero que sí nos debe cambiar el ánimo.
El Señor nos enseñó que, amando su noche por amor, nos dio la luz. Convirtámonos en auténticos Cirineos de Jesús, capaces de, con nuestros brazos, con nuestras pequeñas fuerzas, hacer nuestro el proyecto de vida suyo, amando nuestra noche, daremos luz y amor a otros.


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