Hubo un hombre que no sabía odiar. Se dedicaba a hacer el bien a todos. Su conducta se hizo primero extraña, luego escandalosa, por último insoportable. Una tarde apareció colgado entre el cielo y la tierra. No tenía figura humana. La gente comentó: -Pobrecillo, con lo bueno que era. y todos experimentaron una extraña sensación de alivio. (No todos los "profetas" incómodos son verdaderos, pero ¿hay algún profeta verdadero que no sea incómodo?).
San Josafat, obispo y mártir
Lc 17, 11-19. ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?




