Hubo un hombre que no sabía odiar. Se dedicaba a hacer el bien a todos. Su conducta se hizo primero extraña, luego escandalosa, por último insoportable. Una tarde apareció colgado entre el cielo y la tierra. No tenía figura humana. La gente comentó: -Pobrecillo, con lo bueno que era. y todos experimentaron una extraña sensación de alivio. (No todos los "profetas" incómodos son verdaderos, pero ¿hay algún profeta verdadero que no sea incómodo?).
San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia
Lc 4, 38-44. Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado.