
¿Qué respuesta da María al Dios que la llama, que se le revela? Ningún relato de vocación termina con una fórmula tan expresiva de plena adhesión a la voluntad del Señor como aquella con la que María se adhiere al plan divino: «Heme aquí, soy la sierva del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho». La acogida de María a la propuesta vocacional de Dios se expresa además en el admirable paralelismo que se da entre las palabras que relatan la vocación y el cántico del Magníficat. Gabriel le pide a María que se alegre, y María responde: «Se alegra mi espíritu en Dios». El ángel le dice que ha hallado gracia a los ojos de Dios, y María lo reconoce diciendo: «Ha puesto los ojos en la humillación de su esclava» Le es anunciado que su Hijo será «grande», y María exclama: «Engrandece mi alma al Señor».La encíclica resalta que María, en la anunciación, recibe la nueva y definitiva revelación de Dios; revelación en la que Dios no sólo se da a conocer, sino que se «autodona». María se ve agraciada con la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre. María se descubre a sí misma en el centro mismo de la comunicación reveladora de Dios al Pueblo; «es consciente de que en ella se realiza la promesa hecha a los padres» (RM, 36).
ORACIÓN:
Cuando nos llamas, Padre, origen de toda vocación, te revelas a nosotros y nos comunicas tu vida; María acogió sin reservas tu llamada, tu autodonación, y quedó plenamente vivificada por ti hasta convertirse en una nueva Eva, madre de los vivientes; ábrenos a ti, que tu Espíritu dilate nuestro corazón para acoger tu vida, tu palabra, y quedar así divinizados y santificados. Por Jesucristo, nuestro Señor.




