DÍA 01: LA MUJER EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El plan divino de la salvación que nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo es eterno. Esto también eternamente un ido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular a la «mujer» que es la madre de aquel, al cual el Padre ha confiado la obra de la salvación (RM, 8).

Al llegar la plenitud de los tiempos, es decir, la madurez y el cumplimiento de ese período particularmente importante que estaba orientado hacia la actuación de una espera escatológica, el antiguo Testamento, o cuando el tiempo colmó su medida, alcanzó su cúlmen, el Padre envió a su Hijo. La Palabra se hizo carne. El Espíritu plasmó en el seno virginal de María la naturaleza humana de Cristo. El Hijo nació de mujer. El tiempo se convirtió definitivamente en tiempo de salvación, se inició el camino de la Iglesia (RM, 1). El tiempo, así descrito, desborda de plenitud. Es un kairós (un m9mento de gracia) en el que converge la condensación más cualificada del antiguo Testamento con la actuación trinitaria de Dios, con la maternidad de una mujer, con el inicio de la Iglesia y la transformación de todo el tiempo en tiempo de salvación. Plenitud de los tiempos es el tiempo auténticamente transustanciado, transfinalizado, transignificado. Es un tiempo verdaderamente eucarístico. La plenitud de los tiempos se caracteriza por la confluencia de todas las fuerzas positivas de la historia, de todas las mediaciones de gracia, en un punto, en un kairós: es el momento de la visitación de Dios, en que el tiempo queda plenificado y a partir del cual emerge una nueva historia. En ese punto confluente está «la mujer»: En ese punto está también la Iglesia, pues inician su camino todos aquellos «que recibieron al Hijo» y a quienes el Hijo «les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1, 12). La mujer y la Iglesia están en el momento de la plenitud. Una y otra reciben superabundantemente la bendición.

ORACIÓN

Padre de Jesús y Padre nuestro, que llenaste de plenitud nuestro tiempo y colmaste todos nuestros anhelos al enviarnos a tu Hijo, como redentor; Padre de la fecundidad, que por medio de una mujer, la nueva Eva, engendraste a tu Hijo en nuestro tiempo; concédenos tu Espíritu para que, como María, acojamos a tu Hijo y enviado y para que creyendo en él seamos de verdad tus hijos y colaboremos en la transformación de nuestra historia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

    

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