Con los pies en la tierra

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    Desnudos vinieron al mundo y desnudos continúan yendo. Desnudos amanecen a la luz y desnudos llegan a la oscuridad que les arropa en la noche. Desnudos, bien atados al suelo, caminan en el día mendigando pan, afecto, cobijo, asiento y arrimo. Permanecen silenciosos.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Imposible huir de ellos y más aún pasar de largo sin detener la mirada. Dejan huellas de rabia, dolor, bondad, inocencia, libertad…Buscan un hogar donde descansar.
Son como el viento que no puede ser capturado ni enjaulado. No entienden de consumo y opulencias. Su único lenguaje, la libertad; su casa, los tesoros de los caminos; su verdad, el silencio; su dolor, las telarañas que tienen nuestros ojos que nos impide ver que están ahí, que nos hablan, nos llaman, nos interpelan.

¿Aguantamos la mirada?