Desde que el Verbo de Dios se hizo Niño, y porque el Verbo de Dios se hizo Niño, la infancia desempeña un papel decisivo en la historia de la salvación. Tan decisivo que viene a ser la condición indispensable de pertenencia al Reino de Dios.

Los hombres nunca lo hubiéramos imaginado así. Jesús, que venía al mundo como Mesías, como fundador y pregonero del reino, como Salvador de la humanidad entera, pasa treinta años de los treinta y tres de su vida, en la más completa oscuridad. Esto es sencillamente asombroso. No puede menos de encerrar un hondo misterio de salvación y de santificación para nosotros. Jesús nos estaba enseñando, con su conducta, la lección más difícil de aprender por parte nuestra y la más fundamental de su mensaje: la infancia espiritual. Pero no sólo vive este misterio en su vida oculta, sino durante toda su vida. Después, su palabra repetirá, en términos enérgicos y clarísimos, la misma lección que él había vivido y que estaba todavía viviendo.




