Queridos obispos: Les escribo como leal hijo de la Iglesia Católica, con un particular ruego: ¿Podrían añadir a nuestras actuales Plegarias Eucarísticas una explícita invocación por otras Iglesias Cristianas y por los que las gobiernan?

Queridos obispos: Les escribo como leal hijo de la Iglesia Católica, con un particular ruego: ¿Podrían añadir a nuestras actuales Plegarias Eucarísticas una explícita invocación por otras Iglesias Cristianas y por los que las gobiernan?
Quizás la sencilla frase del papa Francisco, tan frecuentemente citada, sea su respuesta a una pregunta que se le hizo vis-a-vis sobre la moralidad de un matrimonio gay en el que la relación presenta un amor fiel. Su molesta-famosa respuesta: ¿Quién soy yo para juzgar?
Vivimos en un mundo y en religiones que se dan también a la falta de respeto y la violencia. Virtualmente, todos noticiarios documentan hoy el uso generalizado del desacato y la violencia hechos en nombre de la religión, desacato hecho por causa de Dios (a pesar de lo extraña que puede parecer esa expresión). Invariablemente, esos que obran así ven sus actuaciones como sagradas, justificadas por una causa santa.
Hay cosas que necesitan una crucifixión. Todo lo que es bueno se lleva eventualmente chivos expiatorios y crucificados. ¿Cómo? Por ese curioso y perverso dictado, de algún modo innato en la vida humana, que asegura que siempre hay algo o alguien a quien no se debe dejar en paz, sino, por razón de sí mismo, se debe buscar hasta dar con él y atacar lo que tiene de bueno.
El renombrado escritor espiritual Henri Nouwen cuenta cómo una vez fue a un hospital a visitar a un hombre que estaba muriendo de cáncer. El hombre era aún relativamente joven y había sido una persona muy trabajadora y fecunda. Fue padre de una familia a la que proveyó de todo lo necesario. Fue el director ejecutivo de una grande compañía y tuvo buen cuidado tanto de la compañía como de sus empleados.
Raissa Maritain, la filósofa y escritora espiritual, murió algunos meses después de sufrir un ataque fulminante. Durante esos meses, estuvo postrada en una cama de hospital, incapaz de hablar.
Recientemente, mientras iba de camino a impartir un seminario, tuve la oportunidad de ir a la Catedral de aquel lugar para asistir a la eucaristía del domingo, y me sorprendió la homilía. El sacerdote usó el texto evangélico donde Jesús dice: “Yo soy la viña y vosotros los sarmientos”,
A muchos de nosotros -sospecho yo- cada año nos resulta más difícil captar el espíritu de la Navidad. Casi las únicas cosas que aún la caldean son los corazones y los recuerdos, recuerdos de cuando éramos más jóvenes, más ingenuos, días en que las luces y los villancicos, los árboles de Navidad y los regalos, aún nos animaban.
Siempre que hemos tenido nuestros mejores momentos como cristianos, hemos abierto nuestras iglesias como refugios a los pobres y a los que estaban en peligro. Tenemos una larga y magnífica historia sobre refugiados, personas sin hogar, inmigrantes que afrontan la deportación, y otros que están en peligro y se amparan en nuestras iglesias.
El arte también tiene sus mártires, y quizá nuestro mayor dolor es el de la autoexpresión inadecuada. Esta es una opinión de Iris Murdoch, y -creo yo- la mayoría de la gente la considera correcta.
La gente está siempre prediciendo el fin del mundo. En los círculos cristianos, esto está generalmente unido a la especulación acerca de la promesa de Jesús hecha en su ascensión, a saber, que él volvería, y pronto, a llevar la historia a su culminación y establecería el reino eterno de Dios.