El poder de Navidad es como el poder de un bebé, te desarma de tal manera que finalmente te abruma y te arrolla.
El poder de Navidad es como el poder de un bebé, te desarma de tal manera que finalmente te abruma y te arrolla.
Lo que los evangelios subrayan en el nacimiento de Jesús arroja luz sobre la historia cristiana subsiguiente y sobre nuestras propias vidas.
Hacer las paces con el terrorismo, como estamos dolorosamente aprendiendo, requerirá más que armas de fuego y poder militar.
En el centro de nuestra experiencia vital encontramos una enfermedad incurable: un desasosiego, una inquietud, una soledad, un anhelo, una ansiedad, un deseo, un sufrimiento por algo que nunca podemos identificar del todo.
En el fondo, ninguno de nosotros es dueño de nada, y nada nos llega por derecho. Todo es don.
Hay cantidad de gente que está forcejeando o luchando con la Iglesia. Y esto es más complejo de lo que a primera vista parece.
Hoy en día no atribuimos mucho simbolismo a los números. Se mantienen todavía algunos pocos vestigios (la mayoría supersticiosos) de otros tiempos, tales como considerar el número siete como fuente de fortuna y el trece como fuente de desdicha. Para la mayoría de la gente, para nosotros, los números son arbitrarios.
Entre los grandes cuentos o historias populares que circulan en el mundo, los más comunes, los mejor conocidos y perennemente intrigantes son los que tratan de héroes y heroínas.
Hace unos años, un amigo mío hizo a su novia una propuesta de matrimonio, muy diferente del estilo de Hollywood: Este amigo tenía entonces unos cuarenta y tantos años y había sufrido un buen número de desengaños decepcionantes, algunos de los cuales, según él mismo reconocía, eran culpa suya…
Los católicos estamos bastante familiarizados con los Credos, tanto el del Concilio de Nicea como el de los Apóstoles, los dos grandes compendios que sostienen y fijan nuestra fe. Sin ellos, con el tiempo vamos a la deriva, nos desviamos del camino y nos perdemos. Los credos nos asientan y nos mantienen firmemente anclados.
Le preguntaron una vez a Teilhard de Chardin, en uno de los diálogos que mantuvo con la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma: “¿Qué intentas hacer?” Él respondió algo así: Estoy tratando de escribir una Cristología suficientemente amplia que incluya al Cristo total, porque Cristo no es solamente un salvador divino enviado a salvar a la gente; Cristo es también una estructura dentro del universo físico, un camino de salvación para la tierra misma.