Vivimos como tribus guerreras opuestas listas para la batalla.
Vivimos como tribus guerreras opuestas listas para la batalla.
Fundamentalmente, lo que nos enseña José es cómo vivir en amorosa fidelidad.
Cuando la joven mística francesa, Santa Teresita de Lisieux, intentaba explicar su vocación, se refirió a una vivencia interior que le abrasó el alma y que había recibido como don:
La esencia del discipulado cristiano reside en revestirnos del corazón de Cristo.
No hemos perdido totalmente la inocencia; el mundo no es un lugar tan malo como parece.
Algunas veces la cautela me achica el corazón. La cautela y la seguridad son también peligrosas.
Hace ochocientos años, el poeta, Rumí escribió: Lo que quiero es saltar fuera de esta personalidad y después sentarme aparte. He vivido demasiado tiempo en donde puedo estar accesible.
Misticismo es una palabra exótica. Pocos de nosotros relacionamos el misticismo con la vida ordinaria, especialmente con nuestra propia experiencia. Sin embargo, el misticismo no es extraordinario, anormal, ó extraño, sino una importante experiencia ordinaria que se nos da a todos nosotros.
Cada año celebramos el “día del Padre,” un día en el que se nos invita de expresar la gratitud que deberíamos sentir hacia nuestros propios padres.
Si somos honestos, sabemos que lo que las palabras de San Pablo: “lo bueno que quiero hacer, nunca lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago”, son universalmente verdaderas. Nadie es perfecto, santo de cabo a rabo.
Una amiga dice en tono de broma que cuando se muera quiere este epitafio en su lápida: ¡Siempre hay algo! ¡Y siempre lo hay!