La soledad consiste en estar suficientemente dentro de tu propia vida, de forma que puedas experimentar realmente lo que allí se esconde.
Pero eso no es fácil. Es raro que nos encontremos a nosotros mismos dentro del momento actual.
La soledad consiste en estar suficientemente dentro de tu propia vida, de forma que puedas experimentar realmente lo que allí se esconde.
Pero eso no es fácil. Es raro que nos encontremos a nosotros mismos dentro del momento actual.
¿Tiene, pues, Dios preferidos o favoritos? Sí, pero no entre personas diferentes, sino entre diferentes actitudes y estados de ánimo dentro de nuestras propias almas.
Como la mujer que perdió una moneda, como el pastor que había perdido una oveja, y como el padre del hijo pródigo y del hijo mayor, tampoco nosotros habríamos de descansar fácilmente cuando percibimos que otros están separados de nosotros.
No huyas de la soledad. No la mires como tu enemiga. No busques a otra persona para que cure tu soledad. Percibe la soledad como una vía privilegiada hacia la profundidad y la empatía.
Hay una buena razón por la que espontáneamente nos sentimos incómodos frente a gestos patentes de intimidad que pretenden realmente expresar emoción personal.
Estamos en manos seguras -en las de Dios-, manos mucho más amables que las propias nuestras. Podemos fiarnos de Dios, y en ningún otro lugar o en ningún otro momento es esto más conmovedor que en el hecho del suicidio.
En su autobiografía, Morris West sugiere que llegada cierta edad nuestra vida se simplifica y en nuestro vocabulario espiritual solo necesitamos quedarnos con tres: ¡Gracias!, ¡Gracias! ¡Gracias!.
Hay una tendencia preocupante en nuestras iglesias hoy. En pocas palabras estamos viendo que la acogida en nuestras iglesias se vuelve menos “incluyente”. Cada vez más nuestras iglesias están exigiendo una pureza y exclusividad no exigida por Jesús en los Evangelios.
La ansiedad, como todas las tensiones, nos devora en varios niveles. Superficialmente nos preocupamos por muchas cosas. En el fondo, vivimos con tanta ansiedad que ésta se manifiesta en todo lo que hacemos.
A un amigo mío le gusta bromear fingiendo que un egoísta extremo y de vez en cuando airea este chiste: "¡La vida es difícil porque tengo que cargar con mi propia magnitud"
Todos conocemos un montón de gente que parecen muy inmersos en esta vida, en sus matrimonios, sus familias, sus trabajos, en el entretenimiento, los deportes, y en sus preocupaciones cotidianas que no parece en lo absoluto que tengan a Dios como centro de su atención consciente en una parte significativa de su vida diaria.