En nuestro noviciado, cuando yo era un novicio con los Oblatos de María Inmaculada, nuestro director asistente de noviciado, un hombre sincero, aunque demasiado severo, nos advirtió del peligro de tener demasiada ligereza en nuestras vidas, diciéndonos que no hay ningún hecho registrado en las escrituras de Jesús riéndose.
