Orar es vivir conscientemente dentro de Dios. Eso es todo.

Orar es vivir conscientemente dentro de Dios. Eso es todo.
Podemos pasar tiempo lejos de nuestra pareja, pero no podemos vivir alejados del teléfono móvil.
La verdadera penitencia es trabajar, darse a los otros, o soportar los pinchazos de la vida de comunidad…
Amar a todos es ser vulnerable. Amalo todo, y ciertamente tu corazón se retorcerá y posiblemente se romperá.
Jesús no nos abandonará, aunque le demos la espalda. Aunque le olvidemos, Él nos recuerda siempre.
Si realmente queremos orar, tenemos que dedicar tiempo.
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9)
La Palabra nos pone frente a toda idolatría. No solo a la que se refiere al culto a un totem, sino también a nuestros narcisismos.
La Iglesia nos invita a volvernos hacia Dios, movimiento trascendente y teologal; a poner nuestros ojos en el rostro divino revelado, en Cristo. Él deberá ser el motivo absoluto del itinerario cuaresmal.
Felices quienes recorren el camino cuaresmal con una sonrisa en el rostro y sienten cómo brota de su corazón un sentimiento de alegría incontenible.
El Vaticano ha publicado el Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012, que tiene como título la cita de la Carta a los Hebreos "Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras" (Hb 10, 24).