Celebramos hoy la Anunciación del Señor o la fe de María, que bien pudiera ser el
título de esta solemnidad. Como sabemos, de María se nos dice bien poco en los
evangelios. Pero de lo que se nos dice no sobra una coma.

Celebramos hoy la Anunciación del Señor o la fe de María, que bien pudiera ser el
título de esta solemnidad. Como sabemos, de María se nos dice bien poco en los
evangelios. Pero de lo que se nos dice no sobra una coma.
La esencia de la alianza es la fidelidad y esa la tenemos garantizada de parte de Dios. «Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo» es el mensaje. Y esa Alianza no se romperá jamás, a pesar de los vaivenes con que el pueblo responda a la presencia/ausencia de Dios.
El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés el recuerdo de los valores que sostienen al pueblo en la nueva tierra, en la alianza. Nuestro caminar como cristianos se sostiene en la misma seguridad: la alianza.
«Hasta setenta veces siete» responde Jesús a Pedro. El perdón es el principio de la fraternidad. El gran principio transformador en nuestro mundo no es otro que ofrecer la posibilidad de vivir reconciliados.
Dice Jesús en el evangelio de hoy que «ningún profeta es aceptado en su pueblo». Y la historia y la vida nos dice tozudamente que así es. La propuesta de un mundo fraterno que pretende desencadenar Fratelli tutti tiene que romper su mayor dificultad que reside en los grupos y comunidades de vida que han recibido el don de la fraternidad.
Hoy celebramos la solemnidad de San José en medio de nuestro itinerario cuaresmal. El evangelio nos lo presenta con una sencillez desconcertante: «José, el esposo de María, de la cual nació Jesús».
La propuesta de fraternidad de Dios supera cualquier previsión. «Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido», nos dice en la primera lectura de hoy. Será la voluntad de Dios la que establezca los límites de la fraternidad.
La confianza en Dios te lleva a entender que, efectivamente, sondea las entrañas y el corazón. La experiencia de fe se sitúa en la profundidad del ser humano. Por eso, la construcción de la fraternidad, nos exige y posibilita reconocer el valor de cada persona.
Si hay algo desconcertante para el ser humano es entender en qué consiste la fecundidad para Dios. Nuestra comprensión del bien y la posibilidad nada tienen que ver con las promesas que Dios nos hace con su Alianza.
La lectura del profeta Daniel incide en la libertad que acompaña la vida de los testigos. La libertad de quien sabe que su respaldo es solo Dios. Ser buenos cristianos se apoya en la responsabilidad de ser buenos ciudadanos.
Es una incógnita real por qué se conjugaron una cadena de despropósitos que confluyeron en la condena de un inocente: Jesús. Desde el punto de vista racional es desconcertante; desde el punto de vista creyente es imprescindible.