El propósito de la Cuaresma es confrontarnos con nosotros mismos de un modo consciente y decidido.

El propósito de la Cuaresma es confrontarnos con nosotros mismos de un modo consciente y decidido.
Quiero que se haga mi voluntad. Generalmente no tentemos la audacia de decírselo al Señor. Pero seguramente no nos gusta lo que Él parece decir, o hacer, o permitir que se haga. Y no nos gusta decir: “Hágase tu voluntad”.
El verdadero arrepentimiento es acercarse a Dios con amor y afrontar como es debido lo que has hecho.
Siempre recuerda retirarte a menudo a la soledad de tu corazón incluso cuando estés envuelto en debates y actos sociales.
Pensamos en la confesión como un acto que debería hacerse en secreto, la realidad es que todo ser humano está roto y es vulnerable.
“Que se haga tu voluntad”, en su plena extensión, debe ser la guía de la vida cristiana.
El nuevo nacimiento viene del agua y del Espíritu; la gracia de la filiación divina, por adopción, se concede en el bautismo, por el que se nos permite invocar a Dios como Padre, fuente de la mayor alegría.
Los árboles que permanecen junto a la corriente del manantial del santuario se mantienen con fruto y no se marchitan sus hojas; quienes se acercan al Señor y beben del agua que Él nos ofrece, sacian enteramente su sed.
Ante la perspectiva de la Pascua que se acerca, las lecturas de hoy siguen llamándonos al gozo. “Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Habrá gozo y alegría perpetua. Voy a transformar a Jerusalén en alegría” (Isa 65, 17).
La Eucaristía donde recibimos una nueva lección de Jesús: Que él es la Luz que viene a iluminar nuestra vida sacándonos de las tinieblas de la ignorancia y del sin sentido.
Quien se resiste al perdón no llega a conocer el amor de Dios, crece en un subjetivismo nocivo, se endurece, huye del propio conocimiento, busca los defectos de los demás, se incapacita para pertenecer a la comunidad, se vuelve juez inmisericorde, se convierte en pretencioso, piensa que es invulnerable, puede llegar a enloquecer.