Eras un misionero de los que anuncian continuamente la buena noticia a los pobres con la sonrisa.

Eras un misionero de los que anuncian continuamente la buena noticia a los pobres con la sonrisa.
Tu vida fue una locura, una versión inacabada pero auténtica del evangelio o, si me permites, una llamada personalísima de Dios.
Aborrezco y detesto la mentira, el retruécano, la doble lengua, la picardía, la astucia, la melosidad, la hipocresía y pido a Dios no me deje caer en sus lazos y trampas.
Hay que conocer a los hombres y las cosas humanas para amarlos. Hay que amar a Dios y las cosas divinas para conocerlos.
‘Tarde te amé, hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé…Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo’.
Hoy inauguramos esta nueva sección con la Carta a una singular mujer, pentapléjica, que acaba de morir en Logroño. Un caso que rompe todos los esquemas. Vean si no.
Toda una existencia de unión mística y de misión eclesial, cuando sólo Dios es capaz de llenar tu horizonte.
Algunas sentencias tuyas ya no te pertenecen, circulan anónimas por los libros y la gente las cita de memoria.
Tu vida fue una búsqueda, un reto, una provocación. Te llamaban ‘radical piadosa’ y ‘anarquista cristiana’.
Pasado ya un tiempo desde tu muerte, tus reflexiones siguen teniendo la misma frescura que el primer día.
La mayor desgracia de este mundo no es que haya impíos, sino que nosotros seamos unos cristianos tan mediocres.