
Entrevista a Maximino Cerezo Barredo
José Manuel Vidal, director de Religión Digital, entrevista a Maximino Cerezo Barredo, misionero claretiano, y con toda una vida consagrada a la pintura al servicio de la evangelización.
José Manuel Vidal, director de Religión Digital, entrevista a Maximino Cerezo Barredo, misionero claretiano, y con toda una vida consagrada a la pintura al servicio de la evangelización.
Leíamos esta invitación, hecha por Jesús a Felipe y en él a todos sus seguidores, el domingo IV de Pascua. Cuando ya hace tiempo me invitaron a escribir algo sobre mi experiencia misionera en Indonesia y Timor Leste no tenía muy claro lo que podría compartir, pero a la luz de éstas palabras del Evangelio de Juan, algo de mi experiencia misionera quedó resaltado, fue iluminado por la Palabra.
¡Sólo el Espíritu Santo puede darle a una persona la FORTALEZA para hacer tanto por los hermanos más necesitados! Esta es una realidad: se habla más de lo malo que de lo bueno.
Cuanto más me veo envuelto en este Misterio de amor inmerecido, menos “seguridades” tiene mi fe, pero, a su vez, más fuerte experimento una suave y tenue certeza: Dios es amor fiel y así hemos de ser los sacerdotes para los demás.
He querido tener muy presente que quien es llamado a participar del ministerio de Cristo Pastor y Maestro no puede olvidar que siempre será discípulo -‘oveja’- y que no ha de caminar con el Pueblo de Dios, sino con el resto del Pueblo de Dios.
Si pienso en mi sacerdocio lo siento abierto a la amistad con los hombres; esta amistad ha abierto la puerta a la justa relación con Dios, a su sueño de hacer casa con todos, de habitar en cada uno y de sentirse habitado.
Es una manera de expresar mi pequeñez ante un servicio tan valioso.
Nunca me ha sentido sólo, pues va conmigo El que me envía y me siento acompañado.
Servir al Evangelio en sus múltiples formas, en las distintas estaciones del año y de la vida.
Es mucho más lo que hemos recibido que lo que hemos podido dar.
Quiero seguir siendo sacerdote porque, después de casi 40 años, la rutina y la costumbre me han impedido disfrutar de la “dignidad” de serlo, y no quiero acostumbrarme al misterio que represento.
Por haberme llamado a tu servicio y al servicio de esta iglesia pecadora, pero también santa.
Espero que mi sacerdocio le guste a Dios porque espero-creo- que me lo ha dado todo Él.
Saber estar, donde te toque, donde te manden, donde te necesiten.
Memoria de algunos hechos significativos y reveladores de cuarenta años de vida y experiencia misionera.
En estos 50 años he sido muy bendecido por mi Señor Jesucristo y mi Madre Virgen, Santa María.
Carta abierta a un joven que se prepara para el sacerdocio o que ha pensado alguna vez en ello, y... a todos los demás.
¿Qué se le pide a un presbítero? Nada menos que «ser testigo de los sufrimientos de Cristo», en continuidad con los presbíteros que me han precedido a lo largo de la historia.
El sacerdocio es como una espiga donde todos iremos desgranando poco a poco acercándonos a ti.
No puedo guardar lo mejor de mi vida. No resulta fácil expresar en un puñado de palabras la vocación sacerdotal.