
La Gloria de Dios es el hombre viviente
Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, un verdadero enigma o, más exactamente, un misterio.
Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, un verdadero enigma o, más exactamente, un misterio.
El hombre es 'artesano de sí mismo': homo faber sui ipsius. No sólo hace cosas, sino que 'se hace' a sí mismo.
La Iglesia necesita la aportación espiritual y apostólica de una vida consagrada renovada y fortalecida.
Nos acecha siempre la misma peligrosa tentación: creernos protagonistas y comportarnos como si lo fuéramos.
La Biblia nos habla más de "esperar" (verbo) que de "esperanza" (sustantivo).
Los cristianos, en cuanto llamados a reproducir en sí mismos la imagen de Cristo
El sacerdocio de Cristo no es ritual, sino verdadero y existencial.
Memoria evangélica de la Iglesia o memoria eclesial del Evangelio.
La fidelidad implica perpetuidad. La perpetuidad es elemento o dimensión esencial de la totalidad.
Por vez primera se celebró un Concilio no para condenar herejías, sino para exponer la verdad cristiana.
Dios nos pensó y eligió en la Persona de Cristo para que fuéramos de verdad hijos suyos.
Carta abierta a religiosas y religiosos de la Iglesia que vive en la Diáspora.
No agobia nunca al hombre ni le oprime bajo su dominio. Al contrario, le libera de toda forma de esclavitud y de opresión.
Salvarse es tener inscrito el nombre en el libro de la vida. Borrar el nombre de ese libro equivale, en el lenguaje bíblico, a condenarse, que es perderse para siempre.
Bienaventurados el que ama como ama Dios, porque será amado como es amado el mismo Dios.
La perfección cristiana consiste en la misericordia, es decir en amar como ama Dios, con amor gratuito, personal y entrañable.
En hebreo, existen, fundamentalmente, tres palabras para expresar lo que, en sentido bíblico, se entiende por misericordia.
Una de las palabras más densas de contenido y más originales de toda la Biblia es la palabra misericordia.
La máxima expresión del amor que Dios es y del amor que Dios nos tiene, se llama Jesucristo.
La consagración debe entenderse siempre en referencia explícita, inmediata y hasta exclusiva a Cristo.