
¿Por qué las noches oscuras del alma?
El ateísmo es un parásito que se alimenta de la mala religión. Por esto, a fin de cuentas, los críticos ateos son nuestros amigos. Ellos mantienen nuestros pies al fuego.
Como cristianos, creemos que llevamos la imagen de Dios en nosotros y esta es nuestra más profunda realidad. Hemos sido creados a imagen de Dios. Pero concebimos esta imagen de una forma demasiado ingenua, romantica y piadosa. Imaginamos que en algún lugar dentro de nosotros hay un bello icono de Dios estampado en nuestras almas. Puede ser, pero Dios, tal y como afirma la Escritura, es más que un icono. Dios es fuego -libre, infinito, inefable, incontenible.
(Ron Rolheiser, OMI)
El ateísmo es un parásito que se alimenta de la mala religión. Por esto, a fin de cuentas, los críticos ateos son nuestros amigos. Ellos mantienen nuestros pies al fuego.
Hoy, nuestra comprensión de la Eucaristía, en los círculos católicos romanos y también en la mayoría de los círculos protestantes y anglicanos, está muy concentrada en tres cosas: la liturgia de la Palabra, la música y la comunión.
No tiene nada de sencillo ser un ser humano. Somos un misterio para nosotros mismos, y, con frecuencia, nuestros propios peores enemigos. Nuestra complejidad interior nos ofusca y, no raramente, nos frustra. En nada es esto más cierto que en nuestra lucha con el amor y la intimidad.
En 2011, un libro de una escritora joven, Bieke Vandekerckhove, ganó el premio como el Libro Espiritual del Año en su nativa Bélgica. Titulado El sabor del silencio, el libro registra sus propias luchas después de serle diagnosticada, a la edad de diecinueve años, esclerosis lateral amiotrófica (ALS),
Hace treinta y cuatro años, cuando lancé esta columna, nunca habría dicho esto: La impaciencia no es algo que deba ser cultivado, a pesar de lo romántico que podría parecer. No confundáis a Jesús con Hamlet, la paz con la inquietud, la hondura con el desagrado ni la paz genuina con la ansiedad existencial del artista. La impaciencia en nosotros no necesita ser fomentada; produce suficiente estrago por sí misma.
Hoy, la oración contemplativa, como es definida clásicamente y practicada popularmente, está sujeta a considerable escepticismo en algunos círculos. Por ejemplo, el método de oración comúnmente llamado Oración Centrante (Centering Prayer), popularizado por personas como Thomas Keating, Basil Bennington, John Main y Laurence Freeman
Fui bendecido con una educación en un ambiente muy protegido y seguro. Viví mi niñez en un virtual capullo envolvente. En la lejana, rural, de primera-generación e inmigrante comunidad en la que crecí, todos nos conocíamos, todos íbamos a la misma iglesia, todos ...
Mientras estaba completando estudios de graduado en Bélgica, viví en el American College de Lovaina. Por entonces había en la plantilla del departamento de limpieza y mantenimiento una admirable mujer de color cuya energía trajo aire fresco a nuestro lugar, pero cuya historia de matrimonio de alguna manera corrió paralela a la de la mujer samaritana del evangelio de Juan.
Cuando el papa Francisco anunció el Año Santo de la Misericordia, prometió que los cristianos podrían ganar una indulgencia especial durante este año.
A veces somos un misterio para nosotros mismos, o quizás, más concretamente, algunas veces no nos damos cuenta de la paranoia que cargamos en nosotros mismos. Tantas cosas pueden arruinar nuestro día.
Mira a los sabios y a los malvados, que se alimentan del fuego sagrado de la vida.
Estos son versos de la canción de Gordon Lightfoot titulada Don Quijote, y destacan una importante verdad: tanto los sabios como los malvados se alimentan de la misma energía.
Cuando yo era niño, había una canción popular cuyo estribillo repetía esta frase: Everyone is searching for Utopia (Todos buscamos la Utopía). Sí, todos la buscamos. Todos nosotros ansiamos un mundo sin límites, una vida en la que nada vaya mal, un lugar en el que no haya tensión ni frustración. Pero eso nunca se da. No existe tal lugar.
Es sorprendente dónde puedes aprender una lección y capturar una ráfaga de lo divino. Recientemente, en una tienda de alimentación, fui testigo de este incidente: Un joven, probablemente de unos 16 años de edad, junto con otras dos chicas de su misma edad, entraron en la tienda.
En la cultura católica romana dentro de la que crecí, se nos instruía para orar por una buena muerte. Para muchos católicos de aquel tiempo, esta fue una petición estándar dentro de su oración diaria: “Pido una buena muerte”.
El infierno no es la desagradable sorpresa que le espera a una persona básicamente feliz. El infierno solo puede ser el fruto maduro del orgullo y la autosuficiencia que, a lo largo del tiempo, ha retorcido el corazón tan hasta el fondo hasta llegar a considerar la felicidad como infelicidad,..
Cuando era un muchacho soñaba con ser un atleta profesional, pero pronto tuve que aceptar el hecho de que no fui agraciado con el cuerpo de un atleta. Velocidad, fuerza, coordinación, instinto, visión, con las que tuve que arreglármelas en la vida ordinaria que se me había dado de esto, pero no era lo suficientemente fuerte físicamente como para ser un atleta.
Hay un impactante texto en el Libro del Apocalipsis donde la imagen poética que se usa, a pesar de toda su belleza, puede despistar peligrosamente. El autor escribe allí: “Así que el ángel metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada. Echó las uvas en el gran lagar de la cólera de Dios”. ¡Un fiero ángel purificando el mundo! ¡Dios en ardiente ira! ¿Cómo se debe entender eso?
¿Por qué no somos más felices? ¿Por qué estamos atrapados por frustraciones, tensiones, iras y resentimientos?
Vivimos en un mundo donde casi todo alimenta nuestro complejo de superioridad, y más aún, cada vez se nos dan menos herramientas para combatirlo.
“Yo soy ciudadano, no de Atenas ni de Grecia, sino del mundo”. Sócrates escribió esas palabras hace más de veinticuatro siglos. Hoy más que nunca éstas son palabras que necesitaríamos apropiarnos porque, más y más, nuestro mundo y nosotros mismos estamos sumergiéndonos en formas perjudiciales de tribalismo donde nos importa en primer lugar tener cuidado de nosotros mismos.