
Decimotercera Estación: Jesús en brazos de su Madre
A María: “Hazme contigo llorar/ y de veras lastimar/ de sus penas mientras vivo./ Porque acompañar deseo/ en la cruz, donde le veo,/ tu corazón compasivo”.
A María: “Hazme contigo llorar/ y de veras lastimar/ de sus penas mientras vivo./ Porque acompañar deseo/ en la cruz, donde le veo,/ tu corazón compasivo”.
He bajado hasta lo más profundo de ti mismo, y ahí te tiendo mi mano desclavada, para sacarte de tus infiernos. Ya nada me impide rescatarte, ni siquiera la muerte.
No es momento de comprender, sino de rendir el pensamiento, entrar en comunión con el dolor del mundo, adorar, y si puedes, llegar a decir en medio de la prueba: “Bendito sea Dios”. Confío en ti, me pongo en tus manos.
Jesús, ¿era necesario que llegaras hasta aquí? “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”. La Cruz nos revela que Dios. en vez de aconsejarnos cómo soportar nuestro dolor, se ha convertido en nuestro propio sufrimiento. Toda cruz es sacramento de la Redención.
Jesús, ¿por qué tanto despojo y tanta humillación? Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto” (Mt 15, 38-39). Déjate revestir por Cristo con la túnica de hijo de Dios, de hombre nuevo, reconciliado.
Jesús, ¿era necesario que llegaras hasta aquí? “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”. La Cruz nos revela que Dios. en vez de aconsejarnos cómo soportar nuestro dolor, se ha convertido en nuestro propio sufrimiento. Toda cruz es sacramento de la Redención.
Jesús, ¿por qué aguantas tanto? Tres veces fue tentado y las tres veces venció. Tres veces fue negado, y tres veces confesó al discípulo el amor. Nunca dejará Jesús de ofrecernos su mano, pues Él sabe de qué barro hemos sido hechos. Siempre nos dará la fuerza suficiente para levantarnos.
Jesús, ¿es necesario tanto abajamiento? Se rebajó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Nunca la caída debiera ser razón para permanecer en el suelo si el Maestro nos enseña a levantarnos siempre.
Jesús, ¿por qué te detuviste a hablar a las mujeres, en el penoso camino de la Cruz? Así lo hice con la samaritana, con la cananea, con la sirofenicia, con la viuda de Naím, con la pecadora, con Marta y María, con María Magdalena, con la adúltera, y con mi Madre.
Jesús, ¿me dejarás aliviar tu sudor en el camino de la Cruz? “Lo que hagas a uno de estos mis pequeños conmigo lo hiciste”. Se nos ha constituido samaritanos, manos solidarias, vasos de agua y pan partido para quienes sufren necesidad. Se nos ha constituido mediación de la misericordia de Dios para cuantos sienten desolación y lloran.
Jesús, si todo lo puedes, ¿por qué necesitas la ayuda de otro para llevar a término la obra que te ha encomendado tu Padre? “Y llamó a los que Él quiso para que estuvieran con Él y para mandarlos a predicar”. Y sigue hoy siendo posible ayudar a Jesús a llevar la cruz, sobre todo cuando ponemos nuestras manos en el dolor del prójimo, y somos solidarios con quienes padecen pruebas tantas veces injustas y humillantes.
Jesús, ¿por qué permites tanto dolor para quien tanto te quiere? ¿Por qué alcanza la Cruz a tu madre, si a tus discípulos les has permitido evitar la prueba? “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visita el sol que nace de lo alto”. “Para decir una palabra de aliento al abatido”. María, la Madre de Jesús, está en el camino de la vida de cada ser humano, compasiva y entrañable.
Jesús, si eres poderoso, si todo se ha hecho por tu Palabra, ¿por qué estás en el suelo derrumbado, sin fuerzas? “Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación”. Del hombre es la prepotencia, el afán protagonista en busca de éxito; signo de divinidad es la confianza, el abandono en manos de la Providencia. El que todo lo puede se hace esclavo de todos.
Jesús, ¿por qué tienes que cargar con la Cruz? ¿No hay otra forma menos dolorosa para demostrarnos el amor que nos tienes? “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”. “El quiera ser discípulo mío que tome su cruz y me siga”. Y comprendo que en vez de pronunciarnos un discurso compasivo, ante nuestro dolor te haces Tú mismo nuestro sufrimiento. En tu Cruz va la nuestra.
Jesús ¿por qué callas ante la injusticia que te hacen? ¿Acaso es mejor el silencio que la protesta? “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. Y comprendo que del hombre es la venganza, el odio, la violencia, la reacción defensiva. De Dios es el perdón, la humildad, la ultimidad, el despojo.