
Sábado, quinta semana de Cuaresma
Dentro de nada empezamos la Semana Santa. Las lecturas nos han ido colocando en suerte, para que podamos entrar con plena conciencia en ese nuevo tiempo litúrgico.
Dentro de nada empezamos la Semana Santa. Las lecturas nos han ido colocando en suerte, para que podamos entrar con plena conciencia en ese nuevo tiempo litúrgico.
Estamos muy cerca de la Semana Santa, que nos recuerda y actualiza la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús. Llega su momento, el momento de cumplir su misión, y sus palabras se hacen más valientes.
Jesús habla de su Padre. Lo conoce, y, muy importante, guarda su palabra. Me miro a mí mismo, y después de muchos años de colegio de curas, de catequesis, de formación y apostolado,
Es muy actual la pregunta de Poncio Pilatos a Jesús, ¿qué es la verdad? A muchos les parece que no hay una verdad, que cada uno tiene la suya, y que todo es aceptable.
No entendían a Jesús. El Evangelio de hoy parece un diálogo de besugos. Jesús hablando de una cosa, y los oyentes, pensando en otra. Es lo que tiene ser de abajo y ser de arriba. ¿De dónde somos nosotros?
Imagino que, para la mujer, estas palabras serían como un bálsamo para el alma. Al borde de la muerte (y vaya muerte, apedreada), sabiéndose culpable (pillada in fraganti) y sin esperanzas, de repente se ve libre. Sola, delante de un hombre que, sin violencia ni gritos, se ha librado de todos los acusadores.
Hace unos días, en el camino de la Cuaresma, nos salía al paso san José. Hoy, para que no se nos olvide, la Virgen Madre, María. Hace unos meses celebrábamos la Navidad. Hoy se nos recuerda cómo comenzó todo. Todos los siglos están mirando hacia ti; todos escuchan tu voz, temblando en un sí, dice la canción “Estrella y camino”.
El Evangelio de Juan a menudo nos recuerda que no había llegado la hora de Jesús. Hasta que llegó su hora. Aceptada con libertad y plena consciencia. Jesús no tenía miedo, aunque era prudente.
Están de moda los “influencers”. Muchos jóvenes quieren crear tendencia, y ganarse la vida mostrando en las redes su forma de vivir. Lo peor es que muchos (miles) les siguen, imitan y quieren ser como ellos. Y ellos ganan dinero gracias a los seguidores.
Lo dice el mismo Jesús. Ahí queda eso. A nosotros, a los que nos cuesta tanto aceptar lo que nos dicen, que pensamos que no nacimos ayer, y que ya sabemos lo
que hay que hacer. Jesús no hacía más que transmitir lo que había visto hacer al Padre, lo que el Padre le pedía.
No es fácil, a veces, andar. Si te mueves, se te ve y llamas la atención. El paralítico de hoy vivía feliz, prostrado al lado de la piscina. Viene Jesús, lo sana, y le interrogan las altas autoridades eclesiásticas. Casi nada. Menudo susto.
En el camino de la Cuaresma, nos encontramos con san José. Como en Navidad, discretamente, pero con una presencia decisiva: ser el defensor del niño Jesús. Al
lado de María, intentando siempre cumplir la voluntad de Dios cada día.
Dos formas de entender la vida. Desde luego, en principio sabemos la que está bien y la que está peor. No hay que creerse que eres alguien, porque más dura será la caída, cuando falles. Y a mí me parece que éste puede ser el pecado de la gente de Misa.
No sé si el escriba comprendió lo que Jesús le acababa de decir. Imaginamos que, al hacer la pregunta, tenía un interés real. Otras veces nos dicen que querían tender
una trampa a Jesús. En esta ocasión, no.
Seguramente muchas veces hemos oído o usado la expresión de que el que no está conmigo está contra mí. Sobre todo, a los evangelizadores y catequistas nos afecta
especialmente. Pero también a todos los cristianos.
Estamos acostumbrados a elegir entre muchas variantes. En los restaurantes, en las tiendas, en internet hay muchas posibilidades de elegir. Todo a nuestro gusto. Nos adaptamos, e incluso con nuestra fe podemos hacer lo mismo.
Seguramente, san Pedro pensaba que siete veces era ya mucho. Porque ya vale. Te ofenden y te ofenden y te vuelven a ofender, y a perdonar. Casi nada. Jesús
le abre los ojos a Pedro, recordándole con Quién se las está viendo.
Recuerdo una Pascua que hicimos los de mi grupo juvenil en mi parroquia natal. Una cosa es hablarle a los lejanos, y otra, a los vecinos. Es difícil ser profeta en tu
tierra, está claro. Porque te conocen y no es fácil engañarlos.
Hay textos evangélicos que nos suenan demasiado. El caso de la parábola de hoy, la del padre misericordioso es uno de ellos. Como en una película que hemos visto
muchas veces, vemos desfilar las escenas y los personajes por la pantalla de nuestra mente.
Es una buena pregunta. Criticamos y nos espantamos de lo malos que eran los labradores. Asesinos. Pero tontos no eran. Entendieron que las palabras de Jesús iban dirigidas a ellos. Y, además, eran prudentes. No atacaron a Jesús, por miedo a la gente.