En el Evangelio se afirma que lo que hagamos al prójimo, se lo hacemos a Cristo. Los santos de todos los tiempos han tenido el don de descubrir en los más pobres, débiles, enfermos o marginados el paso del Señor.
En el Evangelio se afirma que lo que hagamos al prójimo, se lo hacemos a Cristo. Los santos de todos los tiempos han tenido el don de descubrir en los más pobres, débiles, enfermos o marginados el paso del Señor.
Jesús ha querido darse a reconocer a sus discípulos en el gesto más emblemático para los cristianos, la fracción del pan.
La noche de Pascua está estrechamente vinculada al simbolismo del agua. Las lecturas de la Creación y del relato de la salida de Egipto, la bendición del agua, la renovación de las promesas bautismales, la aspersión con el agua bendecida son referencias pascuales.
Al observar las distintas escenas de Pascua en las que se narran las apariciones del Resucitado, descubro que prácticamente en todas el lugar de referencia es el Cenáculo.
Ya no habrá ocaso, la tiniebla no podrá nunca a la luz, Jesucristo es la Luz del mundo, quien se acerca a Él no vive en tinieblas.
El corazón humano, por la gracia, se abre, se desbloquea, se siente libre, por don de Dios. Las mujeres madrugaron y llevaban lo mejor se sí mismas, aunque no tuvieron que correr la piedra.
Nuestro miedo al sufrimiento es tan fuerte que no sólo buscamos protegernos de él, sino que a veces rehuimos a otros que sufren.
Porque dando es como se recibe, olvidándose de sí mismo es como uno se encuentra, perdonando es como se obtiene perdón, y muriendo es como se resucita para la vida eterna.
Esta cuaresma se nos invita a rebajar nuestras normas, que originalmente quiere decir bajar nuestros brazos.
El propósito de la Cuaresma es confrontarnos con nosotros mismos de un modo consciente y decidido.
Quiero que se haga mi voluntad. Generalmente no tentemos la audacia de decírselo al Señor. Pero seguramente no nos gusta lo que Él parece decir, o hacer, o permitir que se haga. Y no nos gusta decir: “Hágase tu voluntad”.