Ofrecemos esta dinámica para un Vía Crucis en clave contemplativa. Está pensada para jóvenes, pero puede servir a adultos.

Ofrecemos esta dinámica para un Vía Crucis en clave contemplativa. Está pensada para jóvenes, pero puede servir a adultos.
La Cuaresma es tiempo de volver a Dios, tiempo para celebrar la misericordia, y experimentar la bondad divina, que supera toda debilidad. En algunas iglesias cristianas, tiempo litúrgico de preparación de la Pascua de Resurrección, desde el miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo, y que se caracteriza por ser un período de penitencia.
El ayuno es un ejercicio ascético, que libera el cuerpo, agiliza la voluntad, serena la mente, pacifica el corazón, despeja los afectos. El ayuno cristiano mira a Jesucristo, y desde Él, es más que negación es profecía.
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9)
La Palabra nos pone frente a toda idolatría. No solo a la que se refiere al culto a un totem, sino también a nuestros narcisismos.
La Iglesia nos invita a volvernos hacia Dios, movimiento trascendente y teologal; a poner nuestros ojos en el rostro divino revelado, en Cristo. Él deberá ser el motivo absoluto del itinerario cuaresmal.
Frente a una situación de pecado, la solución es volver a Dios, elevar los ojos hacia la Cruz, y comprender lo que significa que donde estuvo la razón de muerte y de pecado, se nos ofrece el perdón y la vida.
Entramos en un tiempo recio, se precipitan los acontecimientos. Las imágenes que nos ofrecen las lecturas de la Liturgia de la Palabra de estos días plasman hechos dramáticos en relación con la Pasión de Cristo.
“Señor, Dios mío, a ti me acojo, Líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio” (Sal 7).
Como alivio del color morado, como oasis en el desierto, como palmera en el arenal, la fiesta de San José nos ofrece un descanso en el camino penitencial, a la vez que las lecturas bíblicas nos confirman el mensaje más esperanzador de parte de Dios.
Siempre sorprende cómo la Palabra de Dios ofrece una salida cuando parece que todo se cierra o se oscurece. Aún en las peores circunstancias, siempre, hay quien intercede por el pueblo.