Dentro de nada empezamos la Semana Santa. Las lecturas nos han ido colocando en suerte, para que podamos entrar con plena conciencia en ese nuevo tiempo litúrgico.

Dentro de nada empezamos la Semana Santa. Las lecturas nos han ido colocando en suerte, para que podamos entrar con plena conciencia en ese nuevo tiempo litúrgico.
Estamos muy cerca de la Semana Santa, que nos recuerda y actualiza la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús. Llega su momento, el momento de cumplir su misión, y sus palabras se hacen más valientes.
Jesús habla de su Padre. Lo conoce, y, muy importante, guarda su palabra. Me miro a mí mismo, y después de muchos años de colegio de curas, de catequesis, de formación y apostolado,
Es muy actual la pregunta de Poncio Pilatos a Jesús, ¿qué es la verdad? A muchos les parece que no hay una verdad, que cada uno tiene la suya, y que todo es aceptable.
No entendían a Jesús. El Evangelio de hoy parece un diálogo de besugos. Jesús hablando de una cosa, y los oyentes, pensando en otra. Es lo que tiene ser de abajo y ser de arriba. ¿De dónde somos nosotros?
Imagino que, para la mujer, estas palabras serían como un bálsamo para el alma. Al borde de la muerte (y vaya muerte, apedreada), sabiéndose culpable (pillada in fraganti) y sin esperanzas, de repente se ve libre. Sola, delante de un hombre que, sin violencia ni gritos, se ha librado de todos los acusadores.
Parece como si el profeta no fuera de este mundo, como si no tuviera experiencia de la sociedad, y viviera en un universo idílico. Y sin embargo, su visión adelanta lo que después dirá San Pablo: “Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.
Si el profeta Isaías consuela a los deportados con palabras de esperanza, más allá de que se experimente escasez en la comida y bebida, ¡cuánto más deberemos acoger las palabras del profeta, si ya sabemos que la razón de todo consuelo es el nacimiento de Jesucristo!
Quizá puedes interpretar que la profecía, que describe tanta belleza, es solo un deseo. Al contemplar las circunstancias políticas actuales de los territorios de Oriente Medio, no parece que coincida la descripción de Isaías con las noticias que nos llegan constantemente de aquellos países.
La humildad no es complejo de inferioridad, sino conocimiento de la propia verdad, lo que somos ante Dios. Con esta conciencia de criatura, a la hora de tratar con Él, tomamos la actitud de quienes son bendecidos por tener un corazón sencillo y una mente obsequiosa con la manifestación divina.
La Eucaristía es el banquete que sacia; no seamos como los invitados que rehúsan acudir a la fiesta. Las fiestas de Navidad, en resonancia con esta profecía, se celebran con abundancia de manjares y bebidas. Sería una paradoja que intentáramos saciarnos con alimentos materiales y no comiéramos del manjar mejor.