Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
Uno de los problemas más antiguos de la filosofía es la cuestión de “el uno y los muchos”, si la realidad es en definitiva una unidad o una pluralidad, y cómo se interrelacionan estas. Podríamos realizar la misma pregunta en cuanto a la pluralidad de las creencias religiosas, iglesias y formas de culto de nuestro mundo.
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
En su novela Oscar and Lucinda (Óscar y Lucinda), Peter Carey ofrece esta pintoresca imagen del chisme. El escenario es una pequeña población en la que hay rumores acerca del sacerdote y una determinada joven. He aquí su metáfora:
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
¿Dónde hay justicia en la vida? ¿Por qué ciertas personas son tan inmerecidamente bendecidas en este mundo mientras otras son aparentemente malditas? ¿Por qué la astucia, la ambición egoísta, el aprovechamiento de los demás y la falta de honradez son frecuentemente recompensadas? Esto no tiene una respuesta rápida.
Aun a riesgo de ser simplista, quiero decir algo sobre la oración de una manera muy sencilla. Mientras estaba haciendo estudios de doctorado, tuve un profesor, un anciano sacerdote agustino, que en su comportamiento, lenguaje y actitud, irradiaba sabiduría y madurez. Todo acerca de él demostraba integridad. Confiabas inmediatamente en él, el sabio abuelo de los libros de cuentos.
Crecí en una familia muy unida, y una de las cosas más duras que hice en mi vida fue abandonar el hogar y la familia a la edad de diecisiete años para entrar en el noviciado de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
El discernimiento no es una cosa fácil. Toma este dilema: Cuando nos encontramos en una situación que nos está causando profunda angustia interior, ¿nos marchamos, asumiendo que la presencia de tal dolor es un indicio de que este no es el lugar adecuado para nosotros, que al fin algo hay aquí fuera de lugar?
No hay nada como una buena muerte, limpia; una muerte que, aunque triste, deje detrás una sensación de paz. He sido testigo de ello muchas veces. En ocasiones, esto es reconocido explícitamente cuando alguien muere; otras veces, inconscientemente. Se conoce por su fruto.